jueves, 26 de octubre de 2017

ASÍ NO, SR. PUIGDEMONT. Sobre Cataluña y otras naderías.


A un presidente, sea de lo que sea y más especialmente tratándose de un presidente que debe representar a millones de ciudadanos, en su ejercicio de la responsabilidad se le exige, ante todo, no solamente que no mienta, sino coherencia. Coherencia que es clave para evitar divagaciones, para que exista en su palabra y en sus actitudes la seguridad de que no abandonará la senda que ha decidido pisar, que habrá una lógica en cada una de sus decisiones sin ser la respuesta a un calentamiento o a una presión exterior.
            
Un presidente no puede estar en misa repicando y con la maza dando. No puede y más que no poder, no debe, predicar el diálogo, abanderarse como el adalid de la democracia, erigirse como el infatigable perseguidor del acuerdo, como ejemplo máximo de parlamentario y a continuación renunciar al diálogo porque el escenario lo considera hostil a sus aspiraciones o porque una mayoría de ese parlamento no entienda sus palabras.
           
El parlamentar es el oficio de todo parlamentario y es su obligación hacerlo allí donde deba y además se lo permitan. Y es de lógica, y un presidente debería saberlo, aplicar la pedagogía en su discurso. Cuando algo no se entiende es necesario un cambio en la argumentación y no consolarse en el difuso discurso, por simple y vago, de la falta de entendimiento o de comprensión. ¿Se imaginan que en las aulas se actuase de la misma forma que lo hace el presidente de una Generalitat? Clamarían las voces en protesta por tan errónea actitud. Bien dicen que la fe mueve montañas y ciega a las personas.

¿Es que este presidente, elegido a dedo por sus acólitos, es tan ingenuo que pensó que el resultado de su travesía iba a ser una palmada en la espalda y un “te ayudaremos”? A cambio rechaza defenderse de la incomprensión a la que le tienen sometido precisamente en un parlamento. Prefiere, desde su hura, medicarse con el victimismo, bálsamo de contención rápida y calmante para las hordas que le acechan. Y a veces, solo a veces, hasta consigue que le crean.

Así no. Sr. Puigdemont.


© El embegido dezidor.

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