A un presidente, sea de
lo que sea y más especialmente tratándose de un presidente que debe representar
a millones de ciudadanos, en su ejercicio de la responsabilidad se le exige,
ante todo, no solamente que no mienta, sino coherencia. Coherencia que es clave
para evitar divagaciones, para que exista en su palabra y en sus actitudes la
seguridad de que no abandonará la senda que ha decidido pisar, que habrá una
lógica en cada una de sus decisiones sin ser la respuesta a un calentamiento o
a una presión exterior.
Un presidente no puede estar en misa repicando y con la
maza dando. No puede y más que no poder, no debe, predicar el diálogo,
abanderarse como el adalid de la democracia, erigirse como el infatigable
perseguidor del acuerdo, como ejemplo máximo de parlamentario y a continuación renunciar
al diálogo porque el escenario lo considera hostil a sus aspiraciones o porque
una mayoría de ese parlamento no entienda sus palabras.
El parlamentar es el oficio de todo parlamentario y es su obligación hacerlo
allí donde deba y además se lo permitan. Y es de lógica, y un
presidente debería saberlo, aplicar la pedagogía en su discurso. Cuando algo no
se entiende es necesario un cambio en la argumentación y no consolarse en el
difuso discurso, por simple y vago, de la falta de entendimiento o de comprensión.
¿Se imaginan que en las aulas se actuase de la misma forma que lo hace el
presidente de una Generalitat? Clamarían las voces en protesta por tan errónea
actitud. Bien dicen que la fe mueve montañas y ciega a las personas.
¿Es
que este presidente, elegido a dedo por sus acólitos, es tan ingenuo que pensó
que el resultado de su travesía iba a ser una palmada en la espalda y un “te
ayudaremos”? A cambio rechaza defenderse de la incomprensión a la que le tienen
sometido precisamente en un parlamento. Prefiere, desde su hura, medicarse con
el victimismo, bálsamo de contención rápida y calmante para las hordas que le
acechan. Y a veces, solo a veces, hasta consigue que le crean.
Así
no. Sr. Puigdemont.
©
El embegido dezidor.
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