martes, 27 de marzo de 2018

LA MALA EDUCACIÓN VIII. Catálogo feminista.



Movido por la curiosidad, y no voy a negar que también alentado por los medios de comunicación, llegué, alimentado por el morbo y la lascivia del enojo en las redes sociales, al catálogo feminista realizado por la federación de enseñanza de CC.OO, basado en el «Breve decálogo de ideas para una escuela feminista» de Melani Penna y Yera Moreno.

Su lectura me produjo una correntía de sentimientos que enarboló la bandera de alerta de mis neuronas que, en pleno proceso de marchitamiento, se pusieron a hilvanar ideas como si el tiempo no hubiera pasado por ellas.

El catálogo empieza con una declaración de intenciones muy prometedora sobre las que nadie podrá estar en desacuerdo. Nadie, desde su responsabilidad, y mucho menos desde la escuela, puede estar en contra de una escuela integral, libre de sexismo, machismo, clasismo, xenofobia… Pero desde mi punto de vista, y a medida que avanzaba la lectura, el catálogo se va tiñendo con pinceladas de soberbia, algún que otro trazo de desconocimiento y su finalidad queda muy diluida por la confusión producida entre sugerencias, obligaciones e imposiciones. El resultado final es una argamasa de catálogo con dosis elevadas de panfleto.

A poco que hubieran investigado, la escuela, ese embrión en el que se generan todos los males de esta sociedad nuestra, lleva luchando contra estas actitudes durante mucho tiempo, en muchos casos con obstinación, con mayor o menor éxito; y lejos de su reconocimiento, aparece en uno de sus puntos —punto 1 del catálogo—, la obligación de impartir cursos a los maestros y maestras —maestres me suena horrible— en feminismo, lo que a primera vista resulta doloso y lacera la capacidad intelectual y la preparación de dichos profesionales, insisto, mayoritariamente mujeres y, por si se duda, con capacidad para decidir por sí mismas.

Una vez más, la búsqueda de culpables acaba en la lapidación del más incauto y menos sedicioso: la escuela, precisamente uno de los pocos lugares en los que la presencia de mujeres profesionales es abrumadoramente mayoritaria.

El documento carece de profundidad, tal vez elaborado y guiado por el indiscutible éxito de unas reivindicaciones que nunca deberían existir en un país que se considera civilizado y a la cabeza de Europa. Manifestaciones que fueron multitudinarias en las calles. Parece más bien, este catálogo, indicado para exaltar conciencias, calmar voluptuosidades, recoger aplausos y alejado de comprender y respetar las diferencias.

http://www.fe.ccoo.es/5ed16c80ae5f10320b9abe204b939482000063.pdf

© El embegido dezidor.

jueves, 22 de marzo de 2018

LA MALA EDUCACIÓN VII. Interés.


¿Qué está ocurriendo para que nuestros profesores estén perdiendo capacidad de convocatoria?

Estoy seguro que son muchas las dificultades para conciliar el horario laboral con el escolar y que facilidades, hoy en día, no se dan. Comentar la sola asistencia a una reunión escolar o a una tutoría en el puesto de trabajo puede ser un motivo para convertirse inmediatamente en sospechoso de escaqueo o granjearse, y tal vez de por vida, el apelativo de «rarito».

Pero estoy seguro que también hay otras razones por las que su «poder» de convocatoria está cediendo a otros intereses.

Es muy probable, me atrevería a decir que seguro, que asistir a alguna de esas reuniones está muy alejado de ser un programa de entretenimiento de monólogos, demostraciones de voz y habilidades, o entrevistas a gentes del «famoseo»; y es que muchos de estos profesores, no me cabe la menor duda, no están lo más mínimo capacitados para el espectáculo. Son extraordinariamente aburridos, sin chispa ni gracia para comunicar y sus dotes interpretativas están en las antípodas del mundillo de la farándula. Algo a todas luces comprensible pues su dedicación está en la enseñanza, alejados de fruslerías y zarandajas.

Urge por tanto, un cambio, y esto requiere el difícil ejercicio de adaptarse a los nuevos tiempos que vienen con aires de superferolítica revolución y de arrasar con todo aquello que huela a viejo —tal vez, porque la experiencia es mejor ignorarla para que las nuevas ideas, buenas o malas, no puedan ser discutidas ni valoradas con criterios de objetividad—, y puede ser, que para motivar a las familias a participar en un intercambio de información sobre sus hijos, por darles al menos un motivo para que esa hora de sus vidas frente a su tutor o tutora  pase a ser algo más que una experiencia de marchitamiento de su alegría, se planteen, me refiero a los profesores, ofrecer algún ágape acompañado de algún caldito y/o zumos de cebada, o lo que es lo mismo, convertir las tutorías en un intercambio informativo informal con tapeo incluido sobre la evolución de los alumnos o si se tercia, pero sólo si se tercia y la ocasión lo incita, poner verde al profesor y ejercer, al menos por un día, si no se lo coge gustillo, la profesión de alabancioso – encizañador.

Algo debe estar ocurriendo, y no es precisamente bueno, cuando esto sucede en las aulas. Algo debe estar ocurriendo cuando son mayoritarias las familias que acuden a su tutor cuyos resultados en sus hijos son buenos o excelentes —tomen nota de este dato, ¿no habrá por casualidad una relación? —. Algo debe estar ocurriendo cuando cualquier acto festivo, convocado desde el colegio, tiene mucha más participación e implicación que cualquier acto educativo organizado o no desde el propio centro escolar.

Con estos síntomas, cualquier sistema educativo, venga de Finlandia o de la República Utópica de la Soberana Educación, está condenado al fracaso. ¿Y cuál es el problema? Que sobran quejas y falta interés.

© El embegido dezidor.

martes, 6 de marzo de 2018

LA MALA EDUCACIÓN VI. Mesa - coloquio.


De vez en cuando, a uno, en sus paseos matutinos lejos de la tierra de residencia, le llegan voces, como venidas del más allá, que parecen surgir en un instante para avisar de algún peligro o sugerencia. Esta vez llegaron para comunicarme un acontecimiento que surgió, seguramente tras un chispazo de espontaneidad, en la urbe de Navalcarnero.

Y así fue como me enteré de la constitución de una mesa – coloquio en el CAE de Navalcarnero. Asunto extraño, sin duda, que captó mi atención, no por su naturaleza en sí, sino por el tema del que se iba a hablar: la educación. Y se iba a hacer en abierto, para todo el público, y en un local cedido generosamente por el Ayuntamiento que, afortunadamente apuesta por la cultura y en este caso por la educación.

Fue un viernes, ya pasado, concretamente un dos de marzo, y fue una apuesta singular y sencilla, pero también algo avinagrada, y no precisamente por la cantidad de agua que arreciaba sobre la urbe, que estoy seguro que para más de uno fue la excusa perfecta para no regalar con su presencia el favor y el esfuerzo de organizadores y tertulianos.  

Se habló de educación, de familia, de escritores, de libros… y la participación interesante, y con ganas; y la representación fabulosa; y las preguntas la consecuencia lógica de una preocupación y un interés por la educación de sus hijos. Fueron pocos, pero no sobraba nadie.

¡Y había niños!

Ejemplos como este, promovido o dirigido, que ya me enteraré, por el colegio público José Jalón, vienen a poner de manifiesto que hay voluntad, y que cuando ésta se pone en funcionamiento puede remover cimientos y componer grandes obras.

© El embegido dezidor.