De vez en cuando, a uno, en sus
paseos matutinos lejos de la tierra de residencia, le llegan voces, como venidas del más allá, que parecen
surgir en un instante para avisar de algún peligro o sugerencia. Esta vez
llegaron para comunicarme un acontecimiento que surgió, seguramente tras un
chispazo de espontaneidad, en la urbe de Navalcarnero.
Y así fue como me enteré de la
constitución de una mesa – coloquio en el CAE de Navalcarnero. Asunto extraño,
sin duda, que captó mi atención, no por su naturaleza en sí, sino por el tema
del que se iba a hablar: la educación. Y se iba a hacer en abierto, para todo
el público, y en un local cedido generosamente por el Ayuntamiento que,
afortunadamente apuesta por la cultura y en este caso por la educación.
Fue un viernes, ya pasado,
concretamente un dos de marzo, y fue una apuesta singular y sencilla, pero
también algo avinagrada, y no precisamente por la cantidad de agua que
arreciaba sobre la urbe, que estoy seguro que para más de uno fue la excusa
perfecta para no regalar con su presencia el favor y el esfuerzo de
organizadores y tertulianos.
Se habló de educación, de
familia, de escritores, de libros… y la participación interesante, y con ganas;
y la representación fabulosa; y las preguntas la consecuencia lógica de una
preocupación y un interés por la educación de sus hijos. Fueron pocos, pero no
sobraba nadie.
¡Y había niños!
Ejemplos como este, promovido o
dirigido, que ya me enteraré, por el colegio público José Jalón, vienen a poner
de manifiesto que hay voluntad, y que cuando ésta se pone en funcionamiento
puede remover cimientos y componer grandes obras.
© El embegido dezidor.
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