sábado, 19 de noviembre de 2011

TRÉBOLE: La coronación de la mediocridad.

Las escuelas infantiles y la educación en general están sufriendo vejaciones sin parangón en la historia de este Estado. La aniquilación de los principios básicos de igualdad y derechos están siendo continuamente torpedeados y pisoteados desde una administración que persigue, con demasiado empeño y obcecación, la vuelta a fórmulas medievales que toda sociedad de progreso ha superado hace mucho tiempo.

Trébole no podía ser ajena a esta situación, pero muy lejos de poner el mayor remedio ante esta vorágine de medidas contrarias a la educación y al progreso de una sociedad, participa en esta condena, sumándose a los mínimos estipulados, contrarios a cualquier principio educativo. Ya ha conseguido todo cuanto anhelaba: hacerse con la gobernabilidad de la escuela,

Difícilmente un país puede alcanzar mayores cotas de progreso si en él impera la misma mentalidad cicatera de la empresa Navagroup. s.l.. Es difícil evolucionar, y desde luego esta escuela no lo hará, cuando la meta que la dirección se propone no es subir un escalón más, no es llegar un poco más lejos, ser un poco mejores; tampoco lo es el conseguir un grado de excelencia educativa que las pueda distinguir de las demás escuelas como lo venía siendo hasta ahora. Hoy, desgraciadamente, la meta está en llegar a lo más profundo del lodazal de mediocridad en que se está convirtiendo el mundo educativo y concretamente la educación en las escuelas infantiles. Ahora, el objetivo es llenar aunque sea de estiércol la cuenta bancaria. Trébole renuncia a crear o a imitar actitudes y/o programas educativos que puedan presumir de excelencia. Trébole aspira a ser la más mediocre, o al menos tan mediocre como la que más, a limitarse a cumplir los mínimos establecidos por esta ley sin valorar el perjuicio que ello conlleva.

Ante esta locura que amenaza con no dejar títere con cabeza en esta escuela, su dirección debería exponer ante sus educadoras primero y ante los padres después cuáles van a ser las directrices que va a seguir, su proyecto educativo si lo hay, o las maravillas de su complejo residencial, y hablar sobre la ratio y la cualificación de sus educadoras en un futuro. Pero esto, que es un ejercicio de coherencia y sentido común, es como pedir peras al olmo a una dirección que se caracterizada por haber perdido el polo magnético de la razón y la coherencia.

Las primeras actuaciones de la empresa como agradecimiento a sus educadoras, tanto a las acólitas como a las díscolas, es la rebaja de sus salarios y la amenaza con despidos. Amenaza que ya se ha cumplido.

A las familias, tanto a las acólitas como a las díscolas, su recompensa será la práctica disminución de los apoyos a algo meramente testimonial, sin funcionalidad; la proliferación de grupos mixtos valorando por igual, la evolución madurativa de los niños y el beneficio económico para la empresa: “cuantas menos vacantes más llenamos las arcas”. La practica inutilidad, por inexistente, de un plan educativo que contenga unas dosis de racionalidad coherentes que pueda llevarse a cabo con las garantías que hasta hace poco gozaba.

La dirección por tanto abandona, podría decirse que sin vergüenza ni disimulo, todo carácter educativo centrándose en lo meramente asistencial o residencial. Disminuyen estrepitosamente los gastos pero aumentan los beneficios. Renuncia a la calidad de enseñanza con una pretendida renovación de toda su estructura interna, sacrificando ese prestigio que había conseguido en sus veinte años de funcionamiento. Una remodelación a la baja, a lo mínimo, que está siendo convulsa.

Todas estas medidas aportadas por la dirección provocarán a corto plazo, como ya ha ocurrido, un baile de educadoras – en dos meses han pasado tres educadoras por Campanilla y ya ha habido bajas voluntarias y despidos en Trébole –. Este baile, que es un castigo innecesario para los más pequeños, se hubiese solucionado si desde un principio la empresa hubiera puesto todo su empeño en solucionar, o al menos en atender lo más posible, las situaciones de sus educadoras, encontrando entonces el dinero que ahora parece sobrarle.

Ante esta deprimente situación, me pregunto si llevar a los hijos a esta escuela, se convertirá en un futuro muy cercano, en una actividad temeraria e irresponsable por parte de los padres.





jueves, 17 de noviembre de 2011

TRÉBOLE: Del encomio de la argucia al elogio del artificio.

Se resolvió el tan esperado y deseado concurso. Ya podemos afirmar y proclamarlo a los cuatro vientos, por mares y continentes e incluso más allá del espacio exterior, inundados de una murria felicidad, que Trébole ya tiene dueño, o para ser más exacto, que sus antiguos dueños ahora son más dueños que nunca.

¿O será todo lo contrario?

Me pregunto si no será el ayuntamiento quien ejercerá todo su poder inquisitorial para, con sus ya características caricias lingüísticas, disimular acarameladas tiranías e imposiciones ante una aquiescente, como siempre, dirección de Navagroup s.l.. La fiel empresa ejecutará cuanto le sea trasmitido con disciplinada obediencia, arrodillada ante la conspicua figura de todo un equipo de gobierno municipal al que dirá “Sí” una y otra vez como pago al enorme favor recibido al ser benefactores de un concurso. Esta es posiblemente una de las grandes y poderosas razones que han llevado al ayuntamiento a la concesión del mencionado concurso: poder seguir ejerciendo, a través de la gobernabilidad de una de las escuelas, la más grande, la más esbelta, la que ha recibido una mayor inversión, una labor principalmente propagandística.

Curiosamente se confirma lo que meses antes, desde los mentideros de Navalcarnero, se daba como un hecho inexorable: la escuela infantil Trébole se adjudicaría a la misma empresa.

Ahora, con uno de los procesos más deplorables concluido, atrás queda todo un sendero de rastrojos como testigos insolentes de cuántas insidias han sido necesarias para llegar hasta donde se ha llegado. La dirección de estas escuelas, siguiendo las doctrinas del ayuntamiento o viceversa, no ha tenido escrúpulos para desacreditar en público documento, aunque fuera bajo la sombrilla de un pueril y mal disimulado comportamiento, la labor de las educadoras, de sus empleadas, lacerando su propio prestigio, dejándolas en una situación de desamparo, exponiéndolas públicamente para recibir escarnio si el público lo estimara oportuno, e incluso empujándolas al «suicidio» educativo, que ahora, una vez resuelto el concurso, se les pedirá, rubricando con su firma, otorgar a la dirección la facultad de poder cometer, con absoluta impunidad, cuantas "tropelías" educativas se imaginen y reafirmarse en las ya cometidas, —sirva como ejemplo la formación de grupos mixtos de alumnos — y lo más grave e irónico para las educadoras: consentir su propia «inhabilitación forzosa» que les impedirá seguir ejerciendo con garantías para sus alumnos una labor educativa digna. Serán reconvertidas en auxiliares, cuya principal misión y tal vez única sea la de observadoras y acreditar, con su presencia, que la escuela funciona, aunque sólo sea un pequeño refugio para que los niños no pasen frío, o si se tercia, incluso jugar en el aula o en el patio.

De esta forma, y casi sin querer, se expondrán a las familias con todo lujo de detalles, e incluso con presentaciones ostentosas de Power Point, que se están ejecutando y cumpliendo proyectos y objetivos: manipulación de utensilios (juguetes) destinados a potenciar la recreación visual - artístico - lúdica y recreativa de los más pequeños; fomento de la interactividad social, la autonomía e independencia; adquisición de destrezas manipulativas (la pinza) adquiridas por el contacto reiterativo de sus cuerpos con la arena; aumento de la interactividad con el medio urbano sin indicaciones previas; fomento de la intuición, adquisición de estrategias de supervivencia infantil en el aula, defensa personal, apropiación de objetos evitando ser descubierto por la observante auxiliar en educación, utilización de la fuerza como principal vehículo para la consecución de los deseos y frustraciones; adquisición de orientación espacial y desenvolvimiento autónomo sin la participación directa ni indirecta del personal “cualificado” que gobierna el aula; y sobre todo, trasmitir a los niños la excelsa sensación de sentirse con libertad y vivirla con todo el exceso que el término permite. Pero no hablarán de los apoyos. ¿Y la ratio?

La dirección, en su última y urgente reunión con sus empleadas, confirma cuanto ya se veía venir, cuanto se anunciaba a gritos aunque no todos quisieran oírlo: adiós al antiguo proyecto educativo, el mismo que se defendió ante un ayuntamiento cuando era de todos sabido que no podría ejecutarse por las condiciones en las que se dictaba el concurso. Ahora que los ojos necesitan volver a ver y mientras la incredulidad se va perdiendo en tímidos lamentos, la preocupación emerge cargada de una sonrojante vergüenza.

El nuevo proyecto educativo, si lo hay, se construye desde la miseria, desde la copia miserable de otras escuelas acreditadas en su mal funcionamiento. La justificación la encuentran amparándose en una ley, que desde las mismas escuelas, incluida la propia dirección, han criticado una y otra vez. El proyecto es mera ceniza, nace quemado y nunca fue ni es lo importante como hicieron creer a las familias.

Es hora de sentarse en la butaca y regocijarse en el escatológico espectáculo que se anuncia como un gran estreno y que no ha hecho más que empezar. En la pantalla, una exposición no adecentada para todos los públicos. Una espectacular bajada de pantalones o subida de faldas. El argumento: del encomio de la argucia al elogio del artificio.

lunes, 7 de noviembre de 2011

La hora de las contrapartidas.

La nueva reunión de las familias de las escuelas infantiles el pasado 28 de octubre pone un punto a un desgraciado ciclo, liado y anudado una y otra vez por las partes implicadas. El punto no está claro si es seguido o es final, si todo se ha solucionado o es una estratagema para ganar tiempo. En cualquier caso, desde las A.M.P.A.S y desde la dirección de la empresa, parece haberse finiquitado el problema. Lo corrobora una frase nacida desde la propia empresa, que siendo de justicia agradecida, es preocupante. La frase en cuestión viene a agradecer a las familias todo el esfuerzo que han dedicado para que las escuelas infantiles recuperasen temporalmente su normalidad.

No cabe duda, que esta noticia pone regocijo y también satisfacción. Calma las ansiedades de las educadoras y entibia un poco los ejercicios matemáticos necesarias para llegar a fin de mes. Pero llama la atención que sea la empresa de las escuelas quienes agradezcan las iniciativas emprendidas por las familias cuando en sus múltiples reuniones, directamente con el personal del ayuntamiento, no encontraron la más mínima esperanza de solución. Resumiendo, que las familias le han resuelto el problema a la empresa, y esta sin “mojarse”.

Hay que recordar que dos días antes de la reunión de las familias celebrada tiempo atrás en los salones de un restaurante de las afueras, los representantes del ayuntamiento habían negado que hubiese dinero. La reunión para las familias fue todo un comienzo de intenciones y principio de iniciativas organizadas que incluía la todopoderosa y tan temida prensa. A estas iniciativas habría que añadir otras de carácter personal que incomodarían sobremanera a la empresa y colateralmente al Ayuntamiento. Hablo de otras nuevas denuncias que se unirían a las ya existentes que la empresa debería afrontar con unos fondos económicos antes inexistentes, y hoy, después de lo visto, dudosos. Y sin olvidarnos de una huelga programada y legalizada que iba a tener repercusión en los medios de comunicación.

Hilando cada una de las circunstancias citadas, me conducen a pensar que pueda haber una estrategia diseñada para ganar tiempo. Una estrategia consistente en esperar a que los vientos se vuelvan más favorables y evitar en lo posible, perjudicar más la imagen de un Ayuntamiento perdido en la vorágine de sus deudas. La prueba es que con el pago de los salarios, se disuelve de un plumazo todo lo acordado en la reunión de padres, se detienen las incipientes amenazas de denuncias y se desconvoca una huelga programada y ya legalizada. Se anuncia además, una normalidad que no se puede asegurar y se consigue adormilar un frente que empezaba a incomodar.

Ahora en este nuevo periodo de paz o de tregua que comienza, no se debería desunir lo unido, y la fuerza conseguida, no debiera debilitarse en una prolongada y complaciente espera. Es ahora que a las A.M.P.A.S se les ha reconocido su poder por la propia empresa, cuando a través de los consejos escolares, debieran reclamar contrapartidas por esta inestimable ayuda prestada. Es un buen momento para exigir el aumento de apoyos, independientemente de los mínimos establecidos por la Ley, porque todos sabemos que esta Ley no es ni inteligente ni garantía de progreso. Sabemos que supone, muy al contrario, una involución, un regreso a tiempos pretéritos que ya se habían asumido como irrepetibles. Es además, la espada traicionera con la que se quiere herir de muerte a las escuelas convirtiéndolas en residencias infantiles, guarderías para los amigos de la sencillez. Tendrían que preguntar si admitirán los grupos flexibles, que están alcanzando gran auge entre las escuelas a pesar de saberse que no es lo más educativo ni beneficioso para los propios alumnos. Y habrá que preguntarles si en su proyecto educativo, el mismo que denostadamente defendieron padres y madres de las escuelas, incluirán también el aumento de ratio e incluso una rebaja en la cualificación del personal docente.

En definitiva, no habría que bajar la guardia.
Vaya por delante mi deseo que se haya encontrado la solución, que la normalidad vuelva a imperar en las escuelas y que el sentido común también recupere parte de su parcela perdida y vaya a continuación mi preocupación, creciente por todo lo que rodea al mundo de estas escuelas y de la educación en general.
Es posible que exista quien afirme que veo fantasmas. No se lo podré negar, seguramente sea la resaca de “jalogüín”.