miércoles, 25 de septiembre de 2019

LA RADIO Y SUS PROGRAMAS MATINALES.


Volver a las rutinas solo es cuestión de un instante, pero adaptarse a ellas son otras consideraciones que no son menester explicar. Pero, entre las muchas circunstancias que circundan y son esencia de nuestra vida rutinaria e incluso ornamento o condimento, se encuentra una, pretérita, que los avances tecnológicos no han conseguido derrocar. Estoy hablando de la radio.

Siempre he sido un ávido escuchador de los programas matinales, especialmente; en menor medida, también de los nocturnos en esas horas, a veces intempestivas, en las que el sueño no se deja capturar y, algunas tardes, las menos, mis oídos encontraban placer en las ondas cuando mis ocupaciones me permitían un relax.

Sin entrar a valorar mi entendimiento sobre la radio, mis años han sido testigos de los cambios que los tiempos han ido produciendo en estos programas y, si todavía hoy, sigue siendo la palabra la más excelsa virtud del ser humano, desnuda y sincera, sin mayor artificio que el natural timbre del hablante, bien es cierto que, en especial los programas más madrugadores, se han vuelto una prueba de resistencia para el oyente.

Y digo esto, no por capricho, sino que hoy, me causan una indeterminada confusión, posiblemente indeliberada, al no saber muy bien, si dichos espacios radiofónicos son programas informativos-divulgativos con intermedios para la publicidad o programas publicitarios con cuñas informativas.

Suerte que hoy disfrutamos de mayor libertad de elección. En mi caso, me he reencontrado con la prensa escrita y los diarios digitales y, mientras, si las circunstancias así lo determinan y mi paciencia está en plenas facultades, dejo que esa voz, propiedad de una de las estrellas de la radio, acompañe mis lecturas.

© El embegido dezidor. Septiembre 2019.