domingo, 16 de febrero de 2020

LA MALA EDUCACIÓN XVI. Literatura sin visibilidad en los medios de comunicación.


Leía la noticia de una publicación que merece todos mis respetos, Moonmagazine.com, escrita por una pluma prestigiosa y mordaz en sus artículos, Santiago García-Clairac, cuyo titular ha suscitado mi interés, y su artículo, que camina entre la realidad, la preocupación, la crítica y la reflexión, ha provocado que me haga eco de su interrogación y esgrima una respuesta que pueda tener, ese es mi propósito, un mínimo interés.

¿Qué puede estar ocurriendo para que disciplinas como la literatura, y más concretamente la literatura infantil y juvenil, tengan tan poca presencia en los medios de comunicación y especialmente, en la televisión?

https://www.moonmagazine.info/literatura-infantil-y-juvenil-no-tiene-visibilidad-mediatica/?fbclid=IwAR0NUfkb0McQv0YPun9SZE8kl_heomF0oMUQoegEMdKVAJdE4fcCEw7698w


No hay duda que podemos resolver el misterio, y así lo apunta el autor del artículo: se trata de un problema de rentabilidad. Y, sin faltarle un ápice de razón, aunque como bien deja entrever, no es el único, la problemática no existiría en cuanto los niveles de audiencia incentivaran y justificaran la inversión realizada en ese espacio.

Pero ¿por qué la audiencia no respaldaría un programa cultural basado en la literatura infantil y juvenil? Principalmente, por la desconfianza de las cadenas de televisión. Y esta desconfianza se apoya en dos premisas: la primera asegura que los niños y adolescentes no leen. Premisa muy discutible, favorecida por estudios que afirman -y no sé si confirman- que en España se lee muy poco; y la segunda, por una realidad que hasta ahora desconocía y que me resulta curiosa y chocante, y es que familias preocupadas por la marcha y desarrollo de sus hijos en la escuela, se acercan a las tutorías a solicitar recomendaciones, no solo de libros, sino también de programas de televisión adecuados a la edad de sus hijos que puedan mejorar su comprensión e incentivar su curiosidad porque, y cito palabras textuales: “Ya no ven televisión”.

Si antes la televisión fue una fuente de entretenimiento y lugar de encuentro familiar donde liberar tensiones, abandonar el cansancio y estrechar lazos, hoy, para estos jóvenes, se ha convertido en un artículo anticuado, aburrido y, sobre todo, un instrumento que exige demasiada paciencia para unos tiempos en los que cada segundo es oro. Hoy, la televisión altera los sistemas nerviosos infantiles y juveniles porque sus mensajes no se producen con la celeridad que lo hacen los disparos o personajes encerrados en cualquier dispositivo electrónico.

Queda muy lejos pensar que, en estos tiempos, espacios como “La bola de cristal” puedan volver a existir. En primer lugar, por la mojigatería imperante y, en segundo lugar, por la dificultad de hacer un programa literario dinámico, interactivo y de mensajes cortos, concisos y directos que no superen los cien caracteres o los treinta segundos de duración.

© José Carlos Atienza.