domingo, 9 de septiembre de 2018

LA ZOZOBRA DEL VINO.


Nunca me había sucedido en mis más de treinta años habitando en esta villa, a Navalcarnero me refiero, tan extraña situación que, de la perplejidad y el asombro, viajó a la ira con tan suculenta velocidad. Nunca me resultó tan difícil tomarme un vino con esa paz que viaja con un llanero solitario dispuesto a disfrutar de su sabor, y también de ese momento íntimo sin otra perturbación más que las propias oscilaciones del pensamiento.

El problema, y el desasosiego posterior, fueron creciendo a medida que la incómoda situación se iba repitiendo como si de una norma establecida se tratara. Y fui a por mi primer vino, que no fue uno, sino que la compañía contribuyó, tal vez, al galimatías posterior, y al recibir la cuenta el resultado final se había inflado, que no desinflado. La razón nos conduce a la comprensión y el error, algo por otro lado tan humano, siempre es una posibilidad que está ahí presente. Solucionado el inconveniente, siempre con buenas palabras y recibiendo, como no debe ser de otra manera, las disculpas del joven empleado, nos dispusimos a continuar, ahora sí, con un tema en concreto, a discutir sobre este inconveniente sufrido.

La segunda taberna que visitamos, ocurrió más de lo mismo. La cuenta de nuevo inflada, que no desinflada, hizo que nos preguntáramos si algunos empleados estaban sacándose una ampliación de sus salarios a costa de la confianza de sus clientes.

Me fui de regreso a casa con los pensamientos buscando soluciones. Acabé en una tercera taberna, y el resultado, siendo la cuenta tan fácil, fue la hinchazón del producto que alcanzó cuotas más propias de los mejores y exclusivos caldos del país. Ante mi incomprensión, reclamé lo que consideré justo y que resultó que así era. La empleada, en este caso, reconoció que se había equivocado, al tiempo que tuve que escuchar risas y comentarios de difícil transcripción.

Flacos favores se hacen a sí mismos si se creen que cualquier persona es válida para atender las mesas en una terraza o en un restaurante. La profesionalidad, o al menos la responsabilidad de todos los integrantes de un negocio, es fundamental para el buen funcionamiento de éste.

Tal vez, ahora, alguno se pregunte por qué ese bar, taberna o restaurante no alcanza las visitas que antaño obtuvo.

© El embegido dezidor.

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