martes, 28 de mayo de 2019

SIMPLE.


Caminando por los poco suntuosos y muy pretenciosos caminos de la vanidad personal en las redes sociales, me encuentro mensajes de disparidad enriquecedora, de alegrías y tristezas según a cada cual le viene más favorable un resultado electoral, pero no podía faltar, pues es necesario y enriquecedor el contraste, el individuo imbuido por un pírrico proceder y esmirriado pensamiento, a quien le robaron la reflexión y le inocularon el odio, que sufre la derrota de su partido y expira su desasosiego en la satisfacción que le produce la desaparición de otros.


Y ahí, como la pueril afición, gregaria y nauseabunda, de un club de fútbol, por citar un ejemplo cercano, que cerrilmente persiste en su cerrazón, se quedó en su primitiva ideología, que no por ser antigua, sino por ser de simples principios desde antaño inamovibles, y marchó su voto donde siempre y como siempre, guiado por el mensaje malicioso y perverso que se le antoja verdad por ser reiterativo.

Y ¿todavía hay quien se pregunta por qué cada opción política se asocia a un color?

© J.C Atienza.

martes, 21 de mayo de 2019

Huyendo de los políticos en campaña.



Confieso que hui de la política. Y este principio de desafección y la consiguiente deserción me resultó en extremo preocupante, pues si bien es cierto que nadie puede vivir ajeno a la política, siempre encontré en los debates la esencia de sus personajes.

Y todo viene a colación por ese debate mantenido en Telemadrid, el pasado 19 de mayo, que yo, con renovados aires y con esa emoción primeriza y juvenil si se quiere, me dispuse a disfrutarlo como si fuera el primero.

No permanecí demasiado tiempo frente al televisor. Creo, y es una percepción personal, que fueron los propios debatientes los que me obligaron a desconectarme de la cadena y seguir los dictados de una voluntad, ajena a mí, que clamaba por la retirada como mejor propuesta para, desde la distancia, recomponerme.

Y es que los minutos transcurrían lánguidos, pesarosos, con frases y párrafos aprendidos de memoria y con maneras heredadas, sin personalidad, como novatos e inocentes aprendices de su precursor.

El debate no fue más allá del “Yo me comprometo” y de aventar promesas y más promesas, exigiendo al votante, como no podía ser de otra forma, que más que un acto de reflexión practique un acto de fe. Y cuando en el debate el todo es la nada y la nada es el todo, todo es nada —citando versos de José Hierro en su poema: Nada—.

Ahora, recuperándome de mi desafección, espero encontrar en los pocos días de campaña que quedan, algo más de talento político, pues ni es ni debe ser poca cosa dedicarse a la política, y cuando menos, exigiría a la torva imperante, salvo honrosas excepciones, que también las hay, que no renunciasen a esas perlas que se hacen virales con las que, además de hacernos pasar buenos ratos, demuestran ser personas muy normales, tan normales que me pregunto si mi vecino o mi vecina, incluso yo mismo, no estaremos capacitados para desempeñar con mayor dignidad esa función de representantes públicos.

© El embegido dezidor.

lunes, 20 de mayo de 2019

EUROVISIÓN 2019.


Por primera vez desde la recuperación del festival de Eurovisión en este país con aquella comedia de los triunfitos, puedo asegurar, pues no es plan de verter mentiras sobre el papel ni de creerse que uno se ha convertido con los años en un experto festivalero, que el aburrimiento hizo buena presencia hasta conducirme, sin demasiada resistencia, al bochorno y al sueño imperioso.


No encontré canción novedosa que me sorprendiera, si acaso, como ya es habitual, buenas interpretaciones por excelentes intérpretes que, hasta en ese aspecto, resultan aburridos. Tan solo algunas canciones bien construidas y pocas pinceladas más que no sirvieron para sobrepasar los alicientes del vestuario y puesta en escena que son, sin duda, los que más atención causaron y los que me mantuvieron con una frescura intermitente.

También es verdad, que poca importancia tiene lo que escriba, pues mi crónica carece de rigor informativo al no prestar atención, o al menos, la misma atención a todas las interpretaciones como consecuencia de ese sopor que, con descaro, me invitaba a refugiarme en otros lugares menos musicales, pero a la vez armoniosos.

Y también, como es tradición, el ganador no se encontraba entre mis elegidos, una prueba más que suficiente e ilustrativa de mi escasa pericia musical.

© El embegido dezidor.

domingo, 19 de mayo de 2019

LA MALA EDUCACIÓN XI. ¡Qué malos son los maestros!



Y digo que siendo el maestro un ser indiferente, esquivo, despreocupado, que no muestra la menor condolencia ni compasión por sus pupilos a los que, poco más o menos que desprecia, ni comparte la alegría por sus éxitos y le asola la desgana…

Y digo que siendo el maestro, un ser perverso que la humanidad ha creado para ser el azote y la tortura de la infancia, de jóvenes y menos jóvenes, usurpando sus tiempos de ocio y de maduración para mancillar, aniquilar y borrar la ingenuidad de sus mentes…

Y digo que siendo el maestro el máximo responsable de corromper las mentes de los nuevos y crecientes pensantes con ideas trasnochadas, fuera de lugar, alejadas de los tiempos de este nuevo siglo como la igualdad, el valor del conocimiento, la necesidad del esfuerzo, la sabiduría del fracaso, la satisfacción del trabajo bien hecho…

Y digo que siendo el maestro el responsable de fracturar, despedazar y derrotar los nuevos e innovadores aprendizajes del «Porque soy así», o del «Yo lo quiero, ahora lo tengo», o para los más ilustrados tras un laborioso y dificultoso máster en el «Yo lo quiero, tú lo pagas y ya lo tengo» …

Y digo que siendo el maestro ese ser decrépito, muchas de las veces tristón y amargado, con una tendencia exacerbada para el enfado, muchas de las veces solitario que se cree el poseedor de la máxima autoridad y que la utiliza para enfrentar a padres e hijos con tretas para que moldear comportamientos, actitudes y ejemplos con castigos que a él le hubiese gustado ejecutar y que debe reprimir…

Y digo que siendo el maestro ese ser que está en el aula porque no sabe hacer otra cosa, porque no pudo ser médico, ni político, ni youtuber, ni futbolista, ni siquiera famoso, como tampoco pudo ser dependiente, ni peón de albañil, ni pastor, ni lavandero, ni obrero, ni simplemente empleado, que decidió ser maestro atendiendo únicamente a la satisfacción que le producían los largos periodos de asueto y además pagados…

Y digo que si el maestro es así, como dicen que es muchos de estos mancebos cicateros, licenciosos e incluso azotacalles, en muchos casos también cagatrébedes, desaplicados, ensoberbecidos, indeliberados y en alguna ocasión, como despiadado añadido, también algo bobalicones, que culpan al maestro de sus fracasos y de su impericia, así de cuantas vanidades refugiadas en la estulticia de sus neuronas, sería bueno y, hasta necesario, que estos efebos, sometidos a la liturgia más despótica conectada hoy en la nube, mirasen a quien les acerca a la escuela y por qué lo hacen. Tal vez entonces comprendiesen dónde se encuentra la raíz de la mayoría de los males que les asolan.

© José Carlos Atienza.