Y digo que siendo el
maestro un ser indiferente, esquivo, despreocupado, que no muestra la menor
condolencia ni compasión por sus pupilos a los que, poco más o menos que
desprecia, ni comparte la alegría por sus éxitos y le asola la desgana…
Y digo que siendo el
maestro, un ser perverso que la humanidad ha creado para ser el azote y la
tortura de la infancia, de jóvenes y menos jóvenes, usurpando sus tiempos de
ocio y de maduración para mancillar, aniquilar y borrar la ingenuidad de sus
mentes…
Y digo que siendo el
maestro el máximo responsable de corromper las mentes de los nuevos y
crecientes pensantes con ideas trasnochadas, fuera de lugar, alejadas de los
tiempos de este nuevo siglo como la igualdad, el valor del conocimiento, la
necesidad del esfuerzo, la sabiduría del fracaso, la satisfacción del trabajo
bien hecho…
Y digo que siendo el
maestro el responsable de fracturar, despedazar y derrotar los nuevos e
innovadores aprendizajes del «Porque soy así», o del «Yo lo quiero, ahora lo
tengo», o para los más ilustrados tras un laborioso y dificultoso máster en el
«Yo lo quiero, tú lo pagas y ya lo tengo» …
Y digo que siendo el
maestro ese ser decrépito, muchas de las veces tristón y amargado, con una
tendencia exacerbada para el enfado, muchas de las veces solitario que se cree
el poseedor de la máxima autoridad y que la utiliza para enfrentar a padres e
hijos con tretas para que moldear comportamientos, actitudes y ejemplos con
castigos que a él le hubiese gustado ejecutar y que debe reprimir…
Y digo que siendo el
maestro ese ser que está en el aula porque no sabe hacer otra cosa, porque no
pudo ser médico, ni político, ni youtuber, ni futbolista, ni siquiera famoso,
como tampoco pudo ser dependiente, ni peón de albañil, ni pastor, ni lavandero,
ni obrero, ni simplemente empleado, que decidió ser maestro atendiendo
únicamente a la satisfacción que le producían los largos periodos de asueto y
además pagados…
Y digo que si el maestro
es así, como dicen que es muchos de estos mancebos cicateros, licenciosos e
incluso azotacalles, en muchos casos también cagatrébedes, desaplicados,
ensoberbecidos, indeliberados y en alguna ocasión, como despiadado añadido, también
algo bobalicones, que culpan al maestro de sus fracasos y de su impericia, así
de cuantas vanidades refugiadas en la estulticia de sus neuronas, sería bueno y, hasta necesario, que estos efebos, sometidos a la liturgia más despótica
conectada hoy en la nube, mirasen a quien les acerca a la escuela y por qué lo
hacen. Tal vez entonces comprendiesen dónde se encuentra la raíz de la mayoría
de los males que les asolan.
© José Carlos Atienza.
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