Las palabras de nuestro
presidente del gobierno, mal que nos pese, hablando, o para ser más exactos,
eludiendo un debate que Islandia ha puesto encima de la mesa sobre la igualdad
de salarios entre hombres y mujeres deja, sin menoscabo a equivocarme, al
presidente de esta nación en una indignidad que roza lo irreverente y lo
patético.
Islandia ha dado una lección, un
primer paso que ha ruborizado a muchos de los países que se consideran en la
primera línea del progreso y, como no, a España. La desvergüenza que atesora nuestro
presidente, sitúa a la nación a la que representa entre «la chusma» de Europa.
Es nuestra sempiterna «marca España».
Pero ¿alguien puede extrañarse a
estas alturas de las palabras de nuestro «locuaz y augusto» presidente? La
algazara sucedida en medios de comunicación y en redes sociales no deja de ser
una pataleta más que, en muchas ocasiones, y especialmente en debates de
televisión, roza lo cómico. España debe ser un país de ingenuos o estamos muy
aburridos para hacer un espectáculo de lo que debería ser la más absoluta
indiferencia en las urnas.
Si en algo se ha caracterizado
este gobierno es en su empecinamiento por hacer de la igualdad un placebo para
una sociedad cada vez más adocenada. Bien lo saben. Ahí tenemos, como ejemplo,
una crisis que ha sido el maná para sus políticas segregacionistas. Ejemplos
sobran: paro, sueldos ínfimos, contratos precarios, abuso laboral, tasas
universitarias, impuesto energético, educación… ¿Se necesita más?
¿Igualdad cuando la desigualdad
alimenta las élites? Seguiremos soñando sin resignarnos.
Y después de la fiesta, ¿les validaremos
de nuevo con los votos?
© El embegido dezidor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario