sábado, 3 de febrero de 2018

LA MALA EDUCACIÓN IV. Causa y consecuencia.

No vamos a ignorar a estas alturas que como individuos somos consecuencia de, y al mismo tiempo casusa de.

Por ello, y sin que sirva de precedente, la escuela, tantas veces señalada y acusada de inmovilismo, no es responsable de la “mala educación” que, sin ser predominante, sí alcanza gran protagonismo. Un protagonismo que se adquiere, entre otras causas, gracias a la inestimable e inclasificable colaboración de medios de comunicación y a esa querencia, casi natural, por hacer de las desgracias ajenas un leitmotiv de nuestras vidas.

Queda, al menos esbozado, dónde radica el germen de esta «mala educación» en una sociedad que premia una mediocridad que, además de lo citado anteriormente, se va imponiendo con la ayuda, directa o indirecta, consciente o inconsciente, de las familias y demás personal cuya obligación debería ser dar ejemplo. Miremos quiénes ocupan las portadas de periódicos, a quiénes de les dedica más tiempo en los informativos y sobre todo en programas de sociedad, y obsérvese quiénes son argumento principal de las tertulias familiares. De este modo, entenderemos inmediatamente la clave del problema. Hoy, y en este país, parece que esta mediocridad es regla general e inexcusable para triunfar en esta sociedad que hemos creado.

Esta apuesta por la mediocridad, la pérdida de valores, la no valoración del esfuerzo y tanto otros males que nos acucian, no es una consecuencia inaugural de la escuela, muy al contrario, en ella se combate. Pero en muchas ocasiones, seguramente en demasiadas, es una lucha en solitario en la que unos pocos, de quienes tienen responsabilidad en dar ejemplo, la acompañan.

Buscar la solución en el dedo acusador es otra consecuencia de esta mediocridad. La inacción y discursos llenos de palabras y más palabras que se pierden en el maremágnum de datos y porcentajes, son el gran disimulo esputado a una sociedad, ansiosa por recibir respuestas sin hacerse preguntas y ansiosa por encontrar culpables sin aljofifar sus responsabilidades.

Al resto nos queda la resistencia desde la escuela, desde nuestras casas, desde nuestros trabajos... y también la esperanza. Si no cambiamos el mundo, al menos que nuestro esfuerzo sirva para no perder territorio o vender cara nuestra derrota.

¿Y en el aula? Los niños son la respuesta. Ellos son la causa de, y la consecuencia de. No son el problema.


© El embegido dezidor.

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