«Libros de texto
culpables del déficit de comprensión lectora».
Es
curioso que en estos días que ando enfrascado en cuestiones de educación, leo
un comentario que culpa del fracaso escolar, con formas que extralimitan
lo contundente, a lo embarullados que resultan los libros de texto. Libros
difíciles de entender e incluso imposibles para los pequeños escolares, según
palabras de la escribiente.
Confieso
que es la primera vez que leo algo así, pero ya estaba faltando tiempo para que
se acusara también a los libros del fracaso escolar. —Cuando veas las barbas
del vecino cortar pon las tuyas a remojar— dirán los diccionarios. Visto lo
visto, tratándose de educación, no hay salvación posible. Llegará el caso, en
el que, conducidos por una delirante soberbia, tengamos que oír que los
culpables de la deficiente letra de los más pequeños son los bolígrafos y
lapiceros, que no se adaptan a las nuevos hábitos y costumbres y mucho menos a
los nuevos tiempos.
Terminada de
leer la corta arenga en la red, me asaltó una duda. Sus palabras no
especificaban si se estaba refiriendo a los libros de texto de una editorial en
concreto o a todos los libros de texto independientemente de la editorial. Tampoco
señala si esta falta de comprensión se produce en todos los textos de las demás
asignaturas. De ser así el problema adquiere un matiz muy personal.
Es
posible que los libros no sean completamente inocentes, pero la falta de comprensión
de los menores no es debido a la complejidad o no de los textos, sino de la
falta de uso y entendimiento del vocabulario y de la lengua en general. Los
textos están adaptados a un nivel «medio» de los alumnos y para facilitar esa
comprensión está, por un lado, el maestro haciendo que el texto sea fácilmente
asimilable y, por otro lado, la familia alimentando a sus hijos en sus momentos
de ocio con buenas dosis de palabras, de buenas palabras, que podemos encontrar
en cualquier biblioteca, incluida la de su aula, librería o gran superficie.
Discursos como
éste, desgraciadamente encuentran coro en las redes. Tal vez, como ocurre en
muchas ocasiones, y como ya he escrito en alguna ocasión, sea sólo la rabieta
que emana de la impotencia, y ampararse en el tumulto es una perfecta cortina
para disimular responsabilidades o justificar irresponsabilidades.
Para
aquellos que ya tenemos unos años en nuestras espaldas y hemos estudiado en la
escuela, cuando de escuela era poco más que el nombre, y hemos visto sus
progresos y también su involución, hemos comprobado cómo, desde aquella E.G.B,
los libros de texto bajaron el nivel de conocimientos, cómo se han ido adaptando
a unos intereses cada vez más diversos y dispersos y, sin embargo, se ha
seguido y se sigue, si cabe aún con mayor intensidad, hablando de fracaso
escolar.
Empecemos
por tanto a actuar, y empecemos desde la familia. Así sabremos con exactitud dónde se encuentra
el fallo o el error sin escurrir responsabilidades.
Este puede ser
un buen principio que sin ser norma general, guarda relación:
Abuso de juegos electrónicos,
juegos y películas inadaptados, televisiones fuera de horario = sobreestimulación
= déficit de atención = falta de concentración = falta de comprensión.
Y
como soy persona llena de dudas, me pregunto, o le preguntaría a esa madre, si
sus retoños han encontrado alguna dificultad para comprender todos esos juegos
y aparatos electrónicos que manejan.
© El embegido dezidor.
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