domingo, 21 de marzo de 2021

MAESTROS ESTRELLA Y MAESTROS ESTRELLADOS. La mala educación XXI.

 

Es evidente que en esta profesión —a la del magisterio me refiero—, como supongo ocurrirá en las demás profesiones, siempre han existido y existirán los buenos, los malos, los entusiastas, los desanimados, los vocacionales y, por supuesto, también los «pasados» o los «quemados».

Pero de un tiempo a esta parte, me encuentro con una nueva partición —hasta ahora desconocida por mí fuera de los corrillos de puerta de colegio—, que dudo sea extensible a las demás profesiones porque en ésta, y he aquí lo curioso, nace desde el mismo embrión de la escuela, es decir, desde los propios maestros. Y es que ahora tenemos, además, profesores estrella y, por el contrario, los estrellados, es decir, el resto. Y para constatar tal hecho y demostrar que no es consecuencia de mi iracundia, pásense por los muros de redes sociales de algunos de los «agraciados», pues verán que han aparecido concursos y quién sabe si vendrán también programas —tras exhaustivos estudios para preparar audiencias— de entretenimiento en vivo en los que participe la gleba con sus votos

Y esta aclamación —la de los agraciados—, que roza la glorificación, me pregunto si no es, en muchos casos, más que la aceptación o la adaptación de algunos o muchos de estos buenos maestros a los postulados de sus votantes o de las empresas que les aúpan, a los que, en un futuro, se deberán para no ser denostados o quemados en el patíbulo.

Pero si algo es más sorprendente en una profesión poco dada a las alegrías, es la promulgación de su nominación, incluyendo una buena ración de sabiduría que, lejos de ser lección, pretenden que sea dogma a seguir; como si los maestros necesitasen más gurús para realizar sus trabajos. Y no reprocho este hecho —el de airearlo en las redes sociales con laureles y pétalos de rosa si es necesario—, no, sino el desprecio que desprenden hacia la labor de otros profesionales que cumplen sus objetivos o que lo intentan; cuyos métodos se alejan notablemente de las «modas estrella», o no tanto, y cuyos resultados no difieren en absoluto —como nos pretenden hacer creer desde sus púlpitos con sus discursos triunfalistas y demoledores—, de los «maestros estrella».

Y si alguien ve en mí un prurito de envidia, que no faltará quién, a mis años, y ya retirado, fueron mis alumnos quienes me otorgaron el título del «Abuelo Maestro», y llevaron a sus hijos para que siguiera siendo su maestro. ¿Acaso hay mayor recompensa?

 

© El embegido dezidor. 

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