¿Es el ocio la nueva enfermedad
de la sociedad del siglo XXI? A tenor de los acontecimientos así lo parece, y
si todavía no lo es, los síntomas son más que preocupantes. Nos hemos
acostumbrado a vivir rápido, casi despreciando y desperdiciando, cuando no castigando,
las cualidades de nuestros sentidos, mutilándoles los matices. Vivimos con gran
intensidad, en muchos casos inexplicable y en otros inaudita, queriendo vivir
en un corto espacio de tiempo lo que hubiese requerido de horas, y esto,
también se trasmite a nuestro ocio.
Pero tal condición, que es
intrínseca al desarrollo de la humanidad, si bien antes era en los corrillos y en
pequeñas reuniones a la puerta de la iglesia o del colegio, ahora se hace
individualmente y, como entonces, pero actualizados a estos tiempos digitales,
se buscan alianzas anónimas en las redes y el consuelo del aplauso y del «me
gusta», y, así, al menos, queda la satisfacción de haber sido por unos
instantes, el/la protagonista.
A ver si va a tener razón un
pedagogo, conocido mío, cuando allá por los años noventa, afirmaba que el mal
de pueblo era el exceso de tiempo libre que, de otra manera, estaría más
ocupado en resolver sus problemas que en generárselos a los demás.
© El embegido dezidor.
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