Caminando
por los poco suntuosos y muy pretenciosos caminos de la vanidad personal en las
redes sociales, me encuentro mensajes de disparidad enriquecedora, de alegrías
y tristezas según a cada cual le viene más favorable un resultado electoral,
pero no podía faltar, pues es necesario y enriquecedor el contraste, el
individuo imbuido por un pírrico proceder y esmirriado pensamiento, a quien le
robaron la reflexión y le inocularon el odio, que sufre la derrota de su
partido y expira su desasosiego en la satisfacción que le produce la
desaparición de otros.
Y
ahí, como la pueril afición, gregaria y nauseabunda, de un club de fútbol, por
citar un ejemplo cercano, que cerrilmente persiste en su cerrazón, se quedó en
su primitiva ideología, que no por ser antigua, sino por ser de simples
principios desde antaño inamovibles, y marchó su voto donde siempre y como
siempre, guiado por el mensaje malicioso y perverso que se le antoja verdad por
ser reiterativo.
Y
¿todavía hay quien se pregunta por qué cada opción política se asocia a un
color?
©
J.C Atienza.
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