Todavía colean los ecos y los
hologramas de Inés Arrimadas «sacando tajada» de los hechos acaecidos en la
marcha del Orgullo. Pero poco a poco, su figura se va desdibujando y diluyendo,
o al menos, la figura protagonista que representa el personaje de la airada
dirigente de un partido político profundamente herida por los acontecimientos
acaecidos el día de la marcha. Y digo esto, porque cada día es más evidente el
guion de una política metida a actriz que no acaba de cuajar.
La estrategia de Ciudadanos
consistía no solo en aparecer como víctimas y culpar a Psoe y Podemos de todo
lo sucedido. No era solo alzarse como adalides de la libertad y aparecer en
todos los medios de comunicación desvirtuando una marcha sobre la que nunca
dieron muestras fiables de interés. Su estrategia consistía principalmente en
«meter un gol» a su verdadero rival político, al PP, para robarle parte de su
electorado y, al mismo tiempo, aparecer ante la sociedad como un partido de
centro moderado que se desmarca de la ultraderecha, Vox, y de sus actitudes
homófonas, con quien, como ha ocurrido en Andalucía, tendrá, porque así lo
quiere, que compartir gobiernos en comunidades y ayuntamientos.
La jugada era perfecta, una
vez más la habilidad de este partido para retorcer los acontecimientos y
redirigirlos según su interés es digna de elogiar. Pero tan anodino bombardeo
ha hecho que algunas de sus granadas estén explotando en el patio de la propia
casa de Ciudadanos.
A veces es mejor una retirada a tiempo que enseñar el
plumero.
© El embegido dezidor. Julio 2019.
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