Leía la noticia de una
publicación que merece todos mis respetos, Moonmagazine.com, escrita por una
pluma prestigiosa y mordaz en sus artículos, Santiago García-Clairac, cuyo
titular ha suscitado mi interés, y su artículo, que camina entre la realidad,
la preocupación, la crítica y la reflexión, ha provocado que me haga eco de su
interrogación y esgrima una respuesta que pueda tener, ese es mi propósito, un
mínimo interés.
¿Qué puede estar ocurriendo
para que disciplinas como la literatura, y más concretamente la literatura
infantil y juvenil, tengan tan poca presencia en los medios de comunicación y
especialmente, en la televisión?
https://www.moonmagazine.info/literatura-infantil-y-juvenil-no-tiene-visibilidad-mediatica/?fbclid=IwAR0NUfkb0McQv0YPun9SZE8kl_heomF0oMUQoegEMdKVAJdE4fcCEw7698w
https://www.moonmagazine.info/literatura-infantil-y-juvenil-no-tiene-visibilidad-mediatica/?fbclid=IwAR0NUfkb0McQv0YPun9SZE8kl_heomF0oMUQoegEMdKVAJdE4fcCEw7698w
No hay duda que podemos
resolver el misterio, y así lo apunta el autor del artículo: se trata de un
problema de rentabilidad. Y, sin faltarle un ápice de razón, aunque como bien
deja entrever, no es el único, la problemática no existiría en cuanto los
niveles de audiencia incentivaran y justificaran la inversión realizada en ese
espacio.
Pero ¿por qué la audiencia no
respaldaría un programa cultural basado en la literatura infantil y juvenil?
Principalmente, por la desconfianza de las cadenas de televisión. Y esta
desconfianza se apoya en dos premisas: la primera asegura que los niños y
adolescentes no leen. Premisa muy discutible, favorecida por estudios que
afirman -y no sé si confirman- que en España se lee muy poco; y la segunda, por
una realidad que hasta ahora desconocía y que me resulta curiosa y chocante, y
es que familias preocupadas por la marcha y desarrollo de sus hijos en la
escuela, se acercan a las tutorías a solicitar recomendaciones, no solo de
libros, sino también de programas de televisión adecuados a la edad de sus
hijos que puedan mejorar su comprensión e incentivar su curiosidad porque, y
cito palabras textuales: “Ya no ven televisión”.
Si antes la televisión fue
una fuente de entretenimiento y lugar de encuentro familiar donde liberar
tensiones, abandonar el cansancio y estrechar lazos, hoy, para estos jóvenes,
se ha convertido en un artículo anticuado, aburrido y, sobre todo, un
instrumento que exige demasiada paciencia para unos tiempos en los que cada
segundo es oro. Hoy, la televisión altera los sistemas nerviosos infantiles y
juveniles porque sus mensajes no se producen con la celeridad que lo hacen los
disparos o personajes encerrados en cualquier dispositivo electrónico.
Queda muy lejos pensar que,
en estos tiempos, espacios como “La bola de cristal” puedan volver a existir.
En primer lugar, por la mojigatería imperante y, en segundo lugar, por la
dificultad de hacer un programa literario dinámico, interactivo y de mensajes
cortos, concisos y directos que no superen los cien caracteres o los treinta
segundos de duración.
© José Carlos Atienza.
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