Movido por la curiosidad, y no voy a negar que también alentado por los
medios de comunicación, llegué, alimentado por el morbo y la lascivia del enojo
en las redes sociales, al catálogo feminista realizado por la federación de
enseñanza de CC.OO, basado en el «Breve decálogo de ideas para una escuela
feminista» de Melani Penna y Yera Moreno.
Su lectura me produjo una correntía de sentimientos que enarboló la
bandera de alerta de mis neuronas que, en pleno proceso de marchitamiento, se pusieron
a hilvanar ideas como si el tiempo no hubiera pasado por ellas.
El catálogo empieza con una declaración de intenciones muy prometedora
sobre las que nadie podrá estar en desacuerdo. Nadie, desde su responsabilidad,
y mucho menos desde la escuela, puede estar en contra de una escuela integral,
libre de sexismo, machismo, clasismo, xenofobia… Pero desde mi punto de vista,
y a medida que avanzaba la lectura, el catálogo se va tiñendo con pinceladas de
soberbia, algún que otro trazo de desconocimiento y su finalidad queda muy
diluida por la confusión producida entre sugerencias, obligaciones e
imposiciones. El resultado final es una argamasa de catálogo con dosis elevadas
de panfleto.
A poco que hubieran investigado, la escuela, ese embrión en el que se
generan todos los males de esta sociedad nuestra, lleva luchando contra estas
actitudes durante mucho tiempo, en muchos casos con obstinación, con mayor o
menor éxito; y lejos de su reconocimiento, aparece en uno de sus puntos —punto
1 del catálogo—, la obligación de impartir cursos a los maestros y maestras
—maestres me suena horrible— en feminismo, lo que a primera vista resulta doloso
y lacera la capacidad intelectual y la preparación de dichos profesionales,
insisto, mayoritariamente mujeres y, por si se duda, con capacidad para decidir
por sí mismas.
Una vez más, la búsqueda de culpables acaba en la lapidación del más
incauto y menos sedicioso: la escuela, precisamente uno de los pocos lugares en
los que la presencia de mujeres profesionales es abrumadoramente mayoritaria.
El documento carece de profundidad, tal vez elaborado y guiado por el
indiscutible éxito de unas reivindicaciones que nunca deberían existir en un
país que se considera civilizado y a la cabeza de Europa. Manifestaciones que
fueron multitudinarias en las calles. Parece más bien, este catálogo, indicado
para exaltar conciencias, calmar voluptuosidades, recoger aplausos y alejado de
comprender y respetar las diferencias.
http://www.fe.ccoo.es/5ed16c80ae5f10320b9abe204b939482000063.pdf
© El embegido dezidor.
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