¿Hay crisis en Navalcarnero? A la vista de los acontecimientos sí, puesto que se ha suprimido el carnaval o carnavalito dirigido a los más pequeños. Pero el equipo de gobierno municipal sigue esforzándose más por simularla que para solucionarla. No ha sido capaz de tomar la determinación, la valentía, de suspender el carnaval, el importante, el más costoso. Toda su receta para contribuir al ahorro ha sido un apaño con más contenido de propaganda que de efectividad. ¿Esto ha sido todo lo que saben hacer? Una receta – dejar de lado a los más pequeños – que disimulan suprimiendo la paja, pero disfrazando la viga con invitaciones al jolgorio emperejilada de apariencias para que esta crisis no les afecte o como mucho, les pille con el flequillo descompuesto, pero nunca sin peluca.
Al final del espectáculo, ¿cuánto es lo que nos hemos ahorrado? Y lo más importante ¿cuánto más podríamos haber ahorrado? ¿Por qué seguir “ayudando económicamente” para incentivar la participación en el carnaval?
Todo es posible, hasta lo más disparatado, hasta lo más increíble, hasta lo más utópico.
Nuestro Sr. alcalde, alejado de aquellas consignas de “no subir los impuestos”, ha encontrado remedio a tanta crisis y sobre todo ha hecho innecesario tanto inútil debate de expertos que a base de palabras y palabras marean el sentido. Su solución estriba en dar una imagen de normalidad al tiempo que suprime todo salario. En este desventurado camino hacia la sombra del ciprés se encuentran escuelas infantiles, residencias de tercera edad, empleados municipales, mantenimiento de jardines... etc... pero, para calmar sus ansiedades, para proporcionarles una evasión a sus tristezas, a ellos y a todos nosotros, seamos víctimas de la crisis o simplemente un daño colateral, nos “ha regalado” este carnaval, también con la participación de vehículos con el logotipo del ayuntamiento – uno – disfrazado o camuflado para la ocasión.
Hiere, duele y humilla, estar despedido por un despotismo innecesario al tiempo que quien no supo administrar, aprueba despidos como consecuencia de una penuria de fondos, pero sigue haciendo de su cueva un pasaje infinito, una necrópolis.
El carnaval añade un descosido más en los ahorros de este pueblo. Resuena como un malvado eco que entra en los hogares, más silenciosos que nunca aquejados de un futuro incierto, para mancillar su desesperación y su angustiosa espera mientras llegan mejores días, que ahora sí, traigan una alegría natural y no forzada ni disimulada con festivales de denuestos.
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