sábado, 16 de enero de 2021

LA MALA EDUCACIÓN XIX. ESA VECINA QUE ME DIJO... III. (Ley Celaá)

 Desde mi despacho escuchaba cantar a mi vecina, y puedo decir que fue grata la sorpresa, que mi pluma rebosaba de felicidad, pues recorría el papel dejando trazos que mucho me temí que no fuera capaz de darles un final.

 Empezó con la Pantoja y ese famoso “Marinero de luces” que repetía una y otra vez, y les aseguro que, siendo solamente un aficionado a la música, aunque lamentablemente de habilidades precarias, a cada repetición mejoraba ostensiblemente su interpretación, así como su afinación que terminó siendo impecable. Y, después de la Pantoja, le llegó el turno a Nirvana. Ya no puedo decir el título pues no soy muy dado a retenerlos y mucho menos en un idioma que no domino y que me ha causado múltiples trastornos. Pero ella también canta en inglés, y es que descubrí que a mi vecina no solo le gusta parlotear e incluso vestirse de cruzada, sino que, además de sus bravuconadas, le gusta cantar y es políglota. Mucho me temo que tal disposición suponga para ella obligación por demostrar de manera continuada sus dotes en su oratoria.

 Pensé entonces que, tal vez, mi vecina, no había sido ungida por alguien del mundillo del arte y, por tanto, no había gozado de esa oportunidad que otros, posible y seguramente con menos mérito que ella, sí habían tenido.

 Quedé, de acuerdo conmigo mismo, que en cuanto la ocasión se presentara, le hablaría sobre el tema. Que la igualdad de oportunidades es, sin duda, un perfecto mostrador inexpugnable de que un país y una sociedad, evolucionan sana y favorablemente. Se trataría, pues, de un país en el que, en todas sus facetas, estarían los mejores, los más capacitados y los más preparados.

 Pero es por ello que aquí es tan necesario crear educaciones alternativas, porque no se trata de encontrar a los mejores, a los más capacitados, sino, siendo un negocio, encontrar, de entre los suyos y solo de entre los suyos y, por negación de los demás, a los más preparados, que no tienen por qué ser los más capacitados o los mejores. ¿Entendería que a una sociedad se la castigase con desplazarse en triciclo para que aquellos que tuvieran bicicleta fueran los más rápidos, pero, al mismo tiempo, se le negase a quien tiene un vehículo a motor la gasolina para hacerlo funcionar porque desmerecería a los demás?

 Tal vez, mi vecina reflexione sobre esto. Tal vez podamos llegar a entendernos. Albergo esa esperanza.

 © j.c. atienza. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario