Alzad la mirada, elevad vuestros
sentidos y no os dejéis embaucar por estos tiempos endemoniados que pervierten
el espíritu y arrullan la buena voluntad. Luchad contra esos espíritus tiranos
que pervierten vuestras iniciativas y, como rebaños dirigidos por pastores
invisibles, os conducen a pastar en los bardales más insidiosos e
insignificantes.
No veáis los papeles como
vuestros enemigos si éstos están escritos, y mucho menos las palabras que, si
bien no quitan el hambre, satisfacen vuestra mente, ensalzan vuestro espíritu e
incluso vuestro ego. Sé que esto no es material que se adquiera en Amazón, ni
siquiera intercambiable en Wallapop, pero es precisamente por ello, que su
valor sea tan apreciado en quienes lo atesoran.
Mirad cuanto os rodea y buscad cuál es el secreto que os dirija a encontrar dicha, gracia o asombro; y
hallaréis, también en la escritura, el genio y la virtud, que es la erudición
producto de la lectura a quien debemos la perpetuación de la especie humana.
Escuchad a aquellos y reconocedlos, a quienes atesoran años y ahora los
retienen, y a quienes hoy le son pesarosos y antes les fueron ligeros; y son
ellos —sin distinción de sexo—, presuntuosos, gentiles, vanidosos o generosos
los que legaron cuanto ahora poseemos.
Como todo genio, antes fue niño,
que toda virtud nació de lo más pequeño, que no hubo talento sin
descubrimiento ni descubrimiento sin curiosidad. Que no hubo genio que no fuera
niño que quisiera estar vivo, sentirse vivo y así vivió; que nunca pretendió
que quien lo observara, pensara que fue ociosa su actitud en simbiosis con la
silla donde se sentó. ¿Qué habría si no fuera finalidad humana la creación?
Explorad siempre más allá de
vuestras miradas, hoy limitadas, y escuchad más allá de vuestros oídos
acotados. Profundizad en vuestros cuerpos, dos dedos más allá de vuestro sexo y
una verdad inescrutable golpeará vuestras sienes. De lo contrario, amarga
realidad que habrá que solapar porque será primordial engañar y engañarse, o
cuando menos, disimular, pero tras el engaño no queda piedad y que, aunque la
ceguera sea sin querer el mejor deporte a practicar, es peor quedar subyugado
al ignorante que estar al lado de quienes no quieren ser popular.
© José Carlos Atienza.
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