A nuestra dolida escuela pública
le duelen los abandonos, especialmente aquellos que provienen de su seno, de
aquellos a quienes la escuela alimenta cada mes, pero que, como amantes
traidores, la besan mientras ponen su sexo en cuerpo ajeno, es decir, en
escuela ajena.
Nadie
nos va a negar que la escuela pública esté herida, y sus heridas nos duelen,
nos duelen a aquellos que las sentimos, a aquellos que cada día erizan su
nervadura para que todavía resista. Ellos, maestras y maestros, son, somos, los
primeros en lamentarlo y en entristecernos.
Ya
no basta nuestro esfuerzo, nuestra dedicación, nuestra ilusión, nada de esto es
suficiente para poder luchar contra las deserciones y los desertores, una
terrible verdad que desgarra sus intestinos (los de la escuela pública) y que aparece, cada final de curso,
como una enfermedad congénita instalada en sus entrañas que la va devorando con
la cómplice caricia del brazo inquisidor de la administración.
Y
esto no parece tener solución porque la cura pasa por una conciencia renovada,
y eso además de difícil, choca con un férreo muro construido sobre creencias
populares, popularmente aceptadas, que en la mayoría de los casos son
únicamente manifestaciones de fe; y es de todos sabido, que la fe no se
sustenta en la razón, y donde no hay razón no se puede buscar solución. Y he
aquí la semilla endiablada o enferma de la que también se han contagiado
profesionales de la educación que maman, ya como parásitos, de la escuela
pública.
Profesionales
que se han olvidado, consciente e incluso alevosamente de ese principio fundamental
de la buena pedagogía que es el ejemplo. Profesionales que se han convertido en
mercenarios sin el más reparo moral, y no precisamente bien pagados, de la mano
que dicta su desahucio y el de la escuela pública. Profesionales desertores que
irán al mismo lugar donde vaya la escuela pública. ¿Caerán en la cuenta?
Deserciones
y desertores van poco a poco cercenando la esperanza de un futuro más
prometedor para la pública y para los que todavía confiamos en ella porque, ¿no
es deserción trabajar en y para la escuela pública y dejar la responsabilidad
de la educación de los hijos en las manos clientelistas de la escuela privada-concertada?
J.C Atienza.
J.C Atienza.
Foto obtenida de: http://fotos.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/macroeconomia/aulas-vacias-vineta-j-r-mora_yrJvOTld7G6soGatPY0Ek6/
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