viernes, 20 de diciembre de 2013

LA NAVIDAD: ¿Prostíbulo de la conciencia o la conciencia prostituida?

 La atribulada Navidad cae por sí sola desabrida por el ostracismo al que es condenado todo cuanto hay tras el letrero de Navidad, desgraciadamente lo único tangible para millones de familias; más allá: el ocaso, lo desconocido.
Es asomar el mes de diciembre y la vorágine consumista de la Navidad, aunque mucho más contenida que otros años, empieza a alcanzar su mayor apogeo, el clímax. Un clímax que ya quisieran alcanzar muchas alcobas de millares de hogares españoles y de todo el mundo y que ha desaparecido, huido, dejando atrás muchos edredones, sábanas y lujuria en la recámara, convirtiendo la cama en un intermedio, en una pausa e incluso en una tregua. Prueba de ello es esa recámara que aflora en estas fechas desvergonzada y que no disimula su libidinosa propensión por convertir el hogar en una estampa no muy ajena de lupanar. Los hogares parecen la viva expresión del decoro más indecoroso consecuencia de la personal proyección del arte de la decoración de un autor, poco artista o rijoso, fiel cliente de los «chollo chinos» cuyos sueños húmedos llueven sobre su conciencia habitada en la entrepierna.

La Navidad, esta Navidad tan globalizada, está convirtiendo los hogares en simulacros de mancebías de poco o mucho lustre. Atrás queda la esencia del recogimiento y el examen particular y propio de conciencia. La Navidad, perdido ya el Oriente y usurpado el Occidente, es el prostíbulo de la conciencia o se trata de nuestra conciencia prostituida.
J.C Atienza.