Había
una emoción inexplicable, incluso un egoísmo infantil, difícil de disimular, y
hasta un deseo descomedido e incontrolable por la posesión de este libro que
ahora es objeto de mis comentarios.
Si acaso esta emoción irradiaba del
hecho de ser un autor conocido, e incluso familiar, casi en el estricto sentido
de la palabra y, también por tratarse de un libro alejado de sus creaciones más
habituales cuya incógnita despertó mi interés.
Y aunque no es correcto buscar una
definición en lo que no es, diré que “Un avión en la Castellana”, libro escrito
por Santiago García – Clairac, autor de dilatada y magnífica trayectoria, no es
una obra de ciencia ficción, aunque bien pudiera serlo. No se trata, pues, de
un ataque de aviones futuristas en una guerra entre civilizaciones enfrentadas
por religiones, ni de una disputa entre clases sociales por erigirse en la
dominante o por los recursos naturales. “Un avión en la Castellana” es un libro
que narra cómo se realizó un anuncio, ese anuncio espectacular que marcó un
antes y después en la publicidad audiovisual de este país.
Pero Santiago, cuya pluma guarda
esos quehaceres secretos del oficio que da la experiencia y el buen gusto, no
se limita a mostrarnos un libro técnico sobre cómo elaborar y realizar un anuncio,
aunque de eso sepa mucho, sino que lo hace a través de una aventura de la que
nos hace partícipes, porque de eso, de aventuras, Santiago también sabe mucho.
El lector encontrará en esta aventura buenos, malos, intriga, incertidumbre e
incluso emoción, pues a buen seguro, sufrirá hasta las últimas consecuencias
como uno más del equipo creativo.
Y, como toda buena historia, no nos
deja huérfanos de frases e intenciones que pueden, y deben, quedar memorizadas
en nuestra caja de conocimientos y herramientas para ser utilizadas cuando
llegan esos momentos de incertidumbre, de desasosiego e incluso de pesimismo y
derrota. En este libro, la perseverancia, el valor de uno mismo, la pelea por
una idea, se filtran sutilmente entre las palabras que, poco a poco, van
desgranando los acontecimientos, pero, además, al final, nos deja una pequeña
“perla”, con un significado contundente, que es una constante en la vida de
este autor y con la que nos contagia, no solo en este libro, sino en su todo lo
que hace y se propone, y que es muy taxativa: “Esta historia tiene dos
vertientes: la de los que trabajaron y la de los que se quedaron mirando cómo
otros trabajaban”. ¡Como la vida misma! Y la pregunta a que nos obliga y cuya
respuesta puede ser muy dolorosa es: ¿En qué lugar te encuentras: en el de los
que viven o en el de los muertos que sobreviven?
Disfruten, por tanto, de esta
realidad que bien pudo ser ficción pues, ¿cuándo se ha visto un avión circular
por una de las calles principales de una ciudad como Madrid? Y, después o, si
quieren antes, vean el anuncio que, gracias a la tecnología, hoy viaja mucho
más rápido de lo que lo hizo entonces por la Castellana y de lo que lo hizo
anteriormente por los aires.
© José Carlos Atienza.
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