Es difícil creer que los
líderes independentistas hayan hilado tan fino en su estrategia, tras su
impericia y descalabro, para pergeñar una situación tan favorable a sus
intereses como la que ahora se les presenta.
Por hacer un breve
repaso, comenzaron por propiciar, a la mínima oportunidad que se les presentó,
un cambio de gobierno. Sin lugar a dudas, y con buen criterio, pensaron que un
gobierno socialista, un gobierno de izquierda, se plegaría más a sus intereses
y admitiría el diálogo como la mejor fórmula para la resolución del problema.
Ahora se han dado cuenta,
y me refiero a los políticos independentistas, que la vía del diálogo que tantos
beneficios les dio cuando el PP gobernaba y les negaba sistemáticamente, no
sirve cuando son los otros los que apelan a ese diálogo y sobre la mesa se
expone un simple «esto o esto= esto».
Llega, por tanto, el
momento de renovarse porque el morir empieza a condensarse en sus pieles y más
concretamente en sus discursos. Toca de nuevo la movilización a cualquier
precio y con cualquier excusa porque es en ese andurrial, acompañado de las
algaradas lingüísticas aprendidas en los abrevaderos de ese independentismo
rancio y reacio, donde se encuentra su fuente de alimentación.
Y comienza su estrategia.
En primer lugar, la negación de unos presupuestos generales porque la no
aprobación conllevaría la realización de nuevas elecciones que ganaría la
derecha, y ahí radica su interés, con una derecha como la del PP, o incluso más
radical, favorecería sus intereses, porque aumentaría la confrontación y porque
los viejos y caducos discursos, especialmente el del victimismo, volverían a
tener utilidad.
En segundo lugar, cuando
el gobierno amenaza con perpetuarse sin presupuestos, llega la hora de los
gestos y la necesidad de negar cualquier reunión. Adquiere más valor cualquier
gesto que relegue a un segundo lugar la esencia del problema. Ha llegado la hora
de lanzar y de enervar a esa derecha, reaccionaria y rancia, para que sus
argumentos, así como sus respuestas, sean tan absurdas como las razones
esgrimidas por ese independentismo, igualmente rancio y reaccionario, para que
cualquier diálogo sea imposible; y en éstas, como agua para el campo sediento,
llega Vox y con ellos el premio gordo de la lotería para un independentismo que
tiene muchos motivos para celebrarlo.
© El embegido dezidor.
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