domingo, 16 de diciembre de 2018

GESTEAR. Sobre Cataluña y otras naderías.



Es difícil creer que los líderes independentistas hayan hilado tan fino en su estrategia, tras su impericia y descalabro, para pergeñar una situación tan favorable a sus intereses como la que ahora se les presenta.

Por hacer un breve repaso, comenzaron por propiciar, a la mínima oportunidad que se les presentó, un cambio de gobierno. Sin lugar a dudas, y con buen criterio, pensaron que un gobierno socialista, un gobierno de izquierda, se plegaría más a sus intereses y admitiría el diálogo como la mejor fórmula para la resolución del problema.

Ahora se han dado cuenta, y me refiero a los políticos independentistas, que la vía del diálogo que tantos beneficios les dio cuando el PP gobernaba y les negaba sistemáticamente, no sirve cuando son los otros los que apelan a ese diálogo y sobre la mesa se expone un simple «esto o esto= esto».

Llega, por tanto, el momento de renovarse porque el morir empieza a condensarse en sus pieles y más concretamente en sus discursos. Toca de nuevo la movilización a cualquier precio y con cualquier excusa porque es en ese andurrial, acompañado de las algaradas lingüísticas aprendidas en los abrevaderos de ese independentismo rancio y reacio, donde se encuentra su fuente de alimentación.

Y comienza su estrategia. En primer lugar, la negación de unos presupuestos generales porque la no aprobación conllevaría la realización de nuevas elecciones que ganaría la derecha, y ahí radica su interés, con una derecha como la del PP, o incluso más radical, favorecería sus intereses, porque aumentaría la confrontación y porque los viejos y caducos discursos, especialmente el del victimismo, volverían a tener utilidad.

En segundo lugar, cuando el gobierno amenaza con perpetuarse sin presupuestos, llega la hora de los gestos y la necesidad de negar cualquier reunión. Adquiere más valor cualquier gesto que relegue a un segundo lugar la esencia del problema. Ha llegado la hora de lanzar y de enervar a esa derecha, reaccionaria y rancia, para que sus argumentos, así como sus respuestas, sean tan absurdas como las razones esgrimidas por ese independentismo, igualmente rancio y reaccionario, para que cualquier diálogo sea imposible; y en éstas, como agua para el campo sediento, llega Vox y con ellos el premio gordo de la lotería para un independentismo que tiene muchos motivos para celebrarlo.

© El embegido dezidor.

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