El pasado viernes, 4 de mayo,
sucedió unos de esos acontecimientos que, más allá de romper la monotonía o la
rutina de un pueblo, surgió para generar ilusión, aspecto éste que no deja de
ser anecdótico cuando la apatía emerge como modelo ejemplarizante y a la sociedad,
en general, se la condena a sucumbir al grisáceo horizonte que se han empeñado
en dibujar e incluso representar.
Hoy, cuando las titulaciones se
compran o bien se regalan, cuando ni siquiera hay el mínimo rubor ante tal
insolencia a una sociedad sacrificada, un grupo de escritores, y de
Navalcarnero, pretende, y cito textualmente: «Sin ánimo de lucro», fortalecer
los cimientos culturales de la villa es, sin lugar a dudas, de una valentía envidiable
y contagiosa.
Además de presentar un libro, hecho
notable y destacable, libro que ya está en mis manos y que espera paciente su
turno de lectura, no era la presentación lo más importante desde mi punto de
vista, sino el proyecto que quieren llevar a cabo, ambicioso desde luego,
también esperanzador y muy ilusionante con el que pretenden involucrar a los
institutos y colegios de la localidad para fomentar e impulsar la creación
literaria de sus jóvenes alumnos.
Desde esta pluma, que también
escribe, pero sin ambición de ser escritor, me siento en la obligación de aplaudir
esta iniciativa y de desearles el mejor de los futuros. Tampoco quiero
olvidarme de esos jóvenes a los que animo a participar en ese proyecto, y que
la plataforma de Autores de Navalcarnero sea un lugar de encuentro y cobijo donde
encontrar el apoyo y el respeto por sus trabajos.
Es una lucha contra la
mediocridad, una más, y en esta lucha no hay que escatimar esfuerzos. Ojalá los
ecos ayuden a hacer grande esta iniciativa.
Mi enhorabuena.
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