Tras la jornada de huelga, poco importa el baile de cifras que, especialmente desde los medios de comunicación, roza la irrealidad o más concretamente, su credibilidad es comparable a la credibilidad de un visionario en decadencia. Pero lo que siempre deja huella, y bien profunda, es que en este país vamos sobrados de intereses y faltos de objetividad. Son curiosas las diferentes varas de medir, las distintas percepciones y especialmente las distintas sensibilidades políticas y las asechanzas verbales con exhibición de recursos lingüísticos incluidos que atesoran los fámulos de este Estado para satisfacer intereses y ganar sus estipendios, incluida la mentira.
Pero incluso de esto nos estamos curando los españoles, si ya hemos aprendido a vivir con la corrupción, con la explotación, con las colocaciones a dedo; hemos asumido como nuestra la culpabilidad de quienes no han sabido administrar nuestro dinero e incluso asumimos como nuestra responsabilidad sacarles las castañas de fuego sacrificando, no ya sólo nuestro propio bienestar, sino nuestro futuro y especialmente el de nuestros hijos, cómo no vamos a ser capaces de sobreponernos a la mentira continuada. Si hace falta miraremos para otro lado.
Y no importan las cifras, los porcentajes; de principio por no ser verdaderos y de segundo porque la reconstitución de una enseñanza pública de calidad no vendrá por estos números sino por la unión del profesorado, de todo el profesorado, desde las escuelas infantiles, si todavía queda alguna para entonces, pasando por los maestros y especialistas de primaria, secundaria y universidad. Una unión inquebrantable que llegará inexorablemente de un modo u otro por dos vías posibles: Por una protesta unívoca y unísona, en la que centrales sindicales y la comunidad educativa al completo se fusionen en una sola cabeza que haga incuestionable en la calle, incluso para aquellos medios y voces mediáticas adictas o afines al régimen, que la voluntad de la comunidad educativa es luchar por lo que es suyo deslegitimando, con la verdad por bandera, la falta de consistencia en las argumentaciones que arrecian una y otra vez contra la escuela pública. La otra vía es la unión del profesorado por una desafección a esa protesta que nos conducirá inexorablemente al día en que mirando hacia atrás nos digamos: “Mañana protestaremos, ya no tenemos nada que perder, todo lo perdimos ayer”. En ese momento, cuando se tome conciencia de lo perdido volverán las voces a florecer, volveremos a pelear por la igualdad, por la no discriminación pero... es posible que para entonces sea irreversible y entonces sí que muchos podrán presumir por vaticinar en un pasado reciente que de nada sirve ponerse en huelga mientras otros lamentarán sus iniciativas o la falta de ellas, sobre su conciencia sentirán su inacción como una sanguijuela devorándola cuando por no regalar 60 u 80 euros a la administración se han quedado sin algo que regalar.
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