Son malos tiempos para heroicidades y sin embargo siguen apareciendo héroes, aunque desgraciadamente cada vez se les oiga menos y no por su empeño, sino por la obstinación de los otros, los del lado opuesto, aquellos que se preocupan más por hacer callar que en dar las explicaciones pertinentes. Y lo peor es que sin esos héroes se nos acaban los ejemplos y sin ejemplos no hay pedagogía y sin pedagogía no tendremos más que la cultura del sofá. Hablo por supuesto de todos los colectivos y organizaciones que se han opuesto o han puesto la voz de alarma, o lo que es lo mismo, la voz de la prudencia a un hecho insólito como es el advenedizo crepúsculo dorado de la prosperidad infinita o eterna, en forma de complejo de ocio y negocio, que aterrizará tal vez en Madrid bajo el epígrafe de Eurovegas y que no se han dejado embaucar, como tampoco lo hicieron antes, en el caso particular de Navalcarnero con su aeropuerto, por las sinfonías de trompetas y clarines que anunciaban la pasarela que conduce al pedestal de la suprema deidad.
En ambos casos, aeropuerto y Eurovegas, riqueza, trabajo, prosperidad acompañan a estos megaproyectos que por alguna razón, a pesar de ser, como nos cuentan, una de las grandes maravillas, no se venden solos y no convencen a todos.
Entonces, con el aeropuerto, no se escucharon o se ignoraron aquellas voces críticas que muy tímidamente circulaban entre ladrillos y adoquines por las calles de los pueblos afectados. No tuvieron el apoyo de un pueblo como Navalcarnero, absolutamente drogado con aquellos melifluos mensajes que de voz y pluma se podían escuchar y leer una y otra vez. Pero el tiempo les dio la razón. El aeropuerto hoy no es más que una de aquellas pretensiones ostentosas que surgieron para satisfacer los delirios de grandeza de dirigentes políticos, como se ha demostrado, más preocupados de su proyección al exterior, que de economizar y sacar mayor rendimiento a la economía de la población que representan.
De aquel aeropuerto, lejos de aportar beneficios, ni trabajo ni riquezas, no quedan más que 5.000.000 de euros, puede que más, volatilizados en proyectos, estudios y algunos salarios que no han servido para nada, excepto para agravar la maltrecha situación financiera de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas. Igual ocurre con otros aeropuertos y megacentros de ocio, como parques temáticos, que se han quedado en raquíticos esqueletos en los que apenas la carcoma los habita.
De nuevo, con este Eurovegas, se corre el riesgo de sepultarnos bajo un manto de latón sin comprender que El Dorado no son más que los rayos de sol mirándose en cualquier superficie metálica.
La duda, por tanto, es más que razonable y este Eurovegas nace con demasiadas pretensiones difíciles de asumir tanto por los políticos, si les queda algo de moralidad, como por el vulgo. Tras esta pugna entre Madrid y Cataluña no queda muy claro si España es Europa o si alguna vez hemos formado parte de ese continente.
Gracias a todos estos héroes que se bañan en la cordura y les restan algunas plumas a esta megalomanía tan ramplona que nos asola y nos deslumbra.
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