lunes, 30 de abril de 2012

Las Vegas. La creación de un nuevo Estado o Comunidad.


¡Vienen “Las Vegas”! Una parte de los USA se va a instalar en territorio patrio.
¡Quién iba a decirnos que España sería la nación “elegida”, la elegida de entre todas las naciones, la nación de las naciones, la privilegiada de Europa para contar con un complejo de ocio, ¡qué digo! para tener una ciudad, un miniestado de ocio y negocio para el juego, el desparrame, las mafias, la prostitución y por supuesto también, el espectáculo.
Por fin podremos vivir ese sueño americano en nuestras propias carnes, en nuestro presente, en nuestra realidad. América aterrizará en España. Sólo quedan unos meses. La llegada del estío, ademas del infierno castellano, nos dará paso a una lluvia de euros –eso nos dicen – que de un plumazo soliviantará todas las economías de incontables familias abnegadas o ahogadas entre otras causas por nuestros políticos, los mismos de siempre a los que votamos una y otra vez pase lo que pase, que buscan en este complejo curarse de sus propias vergüenzas.
Pero entre tanto entusiasmo, desde luego que justificado, 300.000 puestos de trabajo no son poca cosa, hay aspectos que me preocupan. Por un lado, no me queda claro que la implantación de Las Vegas en tierras de Madrid o Barcelona sea una victoria política, más me parece una derrota ciudadana ¿cuánto deberemos pagar y sacrificar para que el Sr. Sheldon Adelson se sienta cómodo? Y por otro, a pesar de todo cuanto se ha escrito sobre ello, todavía no hemos caído en la cuenta, o no hemos querido reconocer, o simplemente nuestra complaciente existencia no admite mayor actividad o activismo que aplaudir o enfurecerse, que Europa no es USA y por supuesto España tampoco. Y no lo seremos por mucho que nos empeñemos en imitarles, ni por mucho que sacrifiquemos nuestro bagaje cultural adorando como a un Dios todo lo que nos viene desde ese lugar al otro lado del Atlántico. A lo máximo que podremos aspirar, de perseverar con estas actitudes es a alcanzar la “muy noble” condición de súbditos, eso sí, americanos. No les pasa inadvertido a estos inversores iluminados de todo cuanto digo, que un territorio sin raíz e ignorante de su historia es todavía más manipulable. Pero, por si cabía alguna duda, después de las sesiones de “bondage” del Sr. Sheldon y su representantes compartidas con nuestros gobernantes comunitarios, no creo que exista lugar para la duda: España no es Europa, España is different.
Y no es el gentío precisamente quien hace de España algo diferente, son los propios políticos y hablo de Cataluña y Madrid, de Más y Aguirre, quienes hacen de sus respectivas Comunidades un prostíbulo internacional con titularidad oficial para asentar y aposentar a la camada americana y a quien se presente con dólares o euros bajo el brazo.
Alejados de cualquier dignidad, nuestros representantes abominan del decoro para adorar lascivamente al becerro de oro que llega para balar sobre nuestras conciencias y especialmente sobre nuestras vergüenzas. Nos demuestran con su benevolencia, o más bien, su falta de valor, aunque se empeñen en lo contrario, que más allá de una selección de fútbol, campeona de Europa y del mundo, aquí no hay nada; que no hay nación, ni estado ni conciencia, que bastan unos euros o dólares para crear un nuevo estado. ¡Y cuántos siglos llevamos discutiendo sobre nuestra identidad! Lástima que después de tantos muertos, odio y resentimiento, nadie se haya dado cuenta que toda identidad e independencia se cimienta sobre unos cuantos millones de euros. ¿Por qué no hemos imitado también en esto a nuestros ejemplares maestros americanos?
Aguirre y Más en su bizarría, protagonistas de la versión más desenfrenada, mandan al carajo la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos del territorio español. En su capitulación, están dispuestos a crear una nueva legislación, al margen de las leyes nacidas durante nuestra democracia, exclusivas para la naciente Ciudad - Estado que se regirá por sus propias leyes o la ausencia de estas. Un pequeño territorio de propiedad particular, gobernado por el magnate Sr. Sheldon Adelson a su antojo y placer por encima de cualquier legislación o gobernante. En otras palabras, una ciudad a la que le resbalan leyes y normativa que surjan en el ámbito territorial dentro del cual se encuentra circunscrito. Asistimos pues, al nacimiento legal de una nueva Comunidad o Estado con el beneplácito y apoyo de las instituciones democráticamente elegidas para representar a sus ciudadanos.
El siguiente paso, al estilo Bienvenido Mr. Marshall, será organizar un concurso público, si es televisivo mejor, para componer su himno y diseñar su particular enseña. Entonces la risotada en el patio de butacas será mayúscula. ¿Habremos puesto techo a la vergüenza o aún podemos llegar más lejos?

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