miércoles, 20 de octubre de 2021

Ayuso y su educación "regalada".

 

Habló Ayuso, y lo hizo por esa boca de eco y noticiario, entre el discurso pugilístico y cortesano, entre lo bravío y lo vulgar, o con ambos, porque es de su naturaleza ser generosa, braveadora y buscarruidos.

Habló Ayuso y causó pavor, incredulidad, irreligiosidad y aplausos que, en esto, como casi en todo, va por barrios; y ella, encopetada y farfantona, anunció el final de una educación regalada. ―¿Acaso hay mejor regalo? Me pregunto―. Será porque Ayuso no ha tenido una educación regalada, o porque su educación no fue ni mucho menos un regalo, tiende al reduccionismo, a la idea desnuda, sin curvas y sin lencería y, por ello, ha causado tanto revuelo en redes y fuera de ellas, porque la sencillez e incluso la simpleza no son solo bien entendidas, sino veneradas.

Pero prestando atención a su discurso, o a la falta del mismo, y teniendo como precedente la animadversión que la presidenta siente o padece por la escuela pública, que podrá ser escuela, pero en sus desvelos no es educación, afirmo que ha sido mal entendida. Conclusión a la que llego por descarte. Si la escuela pública no es educación y en la otra escuela, la de empresa y billetera, se paga hasta por figurar, queda únicamente la escuela concertada como ejemplo real de educación regalada.

Y Ayuso ha advertido, y lo ha hecho por adelantado; de modo que una vez que estos «regalos» para matricularse en una educación subvencionada por la teta del Estado desaparezcan, puede que lo que se entendió por un privilegio defendido a capa y espada por plazas, bares y velorios con lacitos naranjas y enseñas rojo y gualdas, sea ahora un castigo por querer pertenecer, de apariencias, a una clase social por encima de sus posibilidades, pues es, al fin y al cabo, un episodio más en la lucha de clases, pero donde solo combate una: la de Ayuso.

 

© j.c atienza. 


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