Restallan en mis ojos las
imágenes, ya anodinas, de las protestas por el juicio del «procés», y resulta
inverosímil que todavía haya gente, y no poca ―véanse las manifestaciones― que
esté sorprendida por dicho fallo y muestre ―con todo su derecho― su indignación
por unos políticos que les condujeron, después de todo, a ser actores
secundarios de un acto simbólico.
Todavía hoy, y debe ser
consecuencia de la educación precaria ―parece ser que hasta en eso la uniformidad
se reproduce en todo el Estado― se sigue prestando atención, y no es menor cosa
―como diría otro de aquellos políticos―, a los antiguos o primeros o primarios
dirigentes de un «procés» a los que nadie da credibilidad excepto aquellos,
que, alejados de una cabal reflexión, les reivindican apelando de nuevo, a los
sentimientos. A la cabeza de dicho descrédito se encuentra aquel que debió ser
y fue, durante unos meses, el pastor y gurú, y que pretende seguir siéndolo a
través de discursos y soflamas que no pueden ni deben tener más importancia que
la de ver a un político que, a las primeras dificultades, decidió dejar
abandonados a sus compañeros de cruzada para, desde el sofá, contemplar, como
quien va a un cine, las algaradas y enfrentamientos de aquellos que se dejaron
llevar por sus palabras y que en estos días, han sufrido en sus carnes los «daños
colaterales».
Son
días en los que al señor Puigdemont, le toca ganarse un poquito de dignidad
política y personal, y mirarse en el ejemplo de aquellos a los que dejó en la
cuneta y que hoy están en la cárcel con la dignidad de su coherencia y la
impericia de sus actos. Es el momento, y ya está tardando, de presentarse
voluntariamente a la justicia para ser solidario con sus compañeros. Es hora,
porque el plasma no puede ser la voz de un político, del relevo. Es hora de
dejar paso a nuevas figuras que, aprendidas de los errores anteriores, sean
capaces de llevar por mejores y más efectivos cauces aquel proceso de
independencia. Para el señor Puigdemont, la historia ya le ha cerrado las
puertas. «Váyase, señor Puigdemont», como diría otro famoso político de
dignidad difusa y confusa”. Y añadiría: «Ya está tardando». Porque sus actos, dentro y fuera de Cataluña, tienen un nombre que todos conocemos.
©
El embegido dezidor. Octubre 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario