A
grito de insumisión, la ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid
contrató a 28 profesores nativos para impartir asignaturas en
inglés.
Las
despedidas como el agua, nunca son a gusto de todos y ahora cuando su
tufillo revolucionario empezaba a caerme simpático me abandona. La
ex se había aficionado a esto de las insurrecciones, primero fue la
educación para la ciudadanía, ahora la contratación de profesores
e incluso su abandono de la política. Quien sabe si ahora desde su
escondite esté siendo retratada a imagen y semejanza de aquel fresco
de 1830 pintado por Eugène Delacroix La
libertad guiando al pueblo,
retocada por photoshop al más puro estilo Ana Rosa Quintana,
enarbolando la bandera española, vestida de rojo y gualda con sus
calcetines protegiendo sus pies paseando sobre un pueblo moribundo
con el título: La
Esperanza avanzando sobre el cadáver del pueblo.
Cada
vez es más plausible que su retiro ha sido un acto de rebeldía
contra el PP por no haberse plegado a sus exigencias, porque es
sobradamente conocido que lo que es bueno para ella debe serlo para
todos. Puede que, como venganza, se declare insumisa de su propio
partido e incluso de sus propias leyes – Eurovegas – .
Pero
si hay algo de qué preocuparse más allá de una posible adicción a
la insumisión y a las actitudes felonas para con su partido, es que
convierta la insumisión en un oficio o profesión. Pero no un oficio
para todo el mundo, sino un oficio para personas exclusivas y
distinguidas. Un oficio que se desarrollará en inglés y que se
estudiará dentro de algún máster como complemento de algunas
titulaciones universitarias con tasas abusivas para un mayor control
de la población universitaria tan proclive a la protesta y a la
insurrección, impidiendo de este modo su acceso a aquel que no pueda
comprar su titulación.
Pero
aún podría llegar más lejos y en sus delirios secesionistas del PP
termine de oKupa en la Asamblea de Madrid o en el Palacio de la
Moncloa para no abandonarlo jamás.
Que
disfrute de salud muchos años y que Dios nos proteja de sus
delirios. Porque irse, lo que se dice irse de la política, no se ha
ido.
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