domingo, 17 de noviembre de 2013

ESPAÑA ES UNA LIMOSNA.

España vive de la limosna. España es en sí una limosna y lo es porque es así como quieren verla. La limosna es un dulce pastel que nos regalan para disimular el desabrido sabor de una vida demudada: la nuestra. La limosna de nuestros hacederos de leyes, de imposiciones y de prohibiciones, es el regalo de una sonrisa al infausto necesitado, y es la sonrisa del infausto necesitado agradecido.

Unos, muchos, se alegran porque gracias a ella, a la limosna me refiero, miles de familias tienen algo que llevarse a la boca. Otros, muchos, se alegran porque es de envidiar la solidaridad de los españoles para con aquellos que sufren ahora que han comprobado dónde se encuentran los que viven y quieren vivir por encima de sus posibilidades. Pero hay otros, unos pocos, pero bastantes, políticos, gobiernos, empresarios, Iglesia... que también se alegran, y mucho, y se frotan las manos calculando los múltiples beneficios que este periodo de crisis imbuida e inoculada desde diversos despachos les está reportando.

Y están alegres, sus manos no pasarán frío porque el pobre, el despojado, el desahuciado... está aprendiendo a sobrevivir, a vivir con sus carencias, a subsistir gracias a la ayuda generosa de la familia, del amigo o del vecino. Se alegran porque ven cómo el pobre, el despojado, el desahuciado... resuelve el problema que ellos mismos han creado, se alegran porque el pobre, el despojado, el desahuciado... circundado de miseria no puede estar, ni ser crítico con el sistema porque sólo puede pensar en cómo solucionar el día siguiente que se le presenta hostil tras una noche no menos hostil. Están alegres porque el puño del obrero no se izará, y no lo hará porque ya no tiene quien le dirija, porque esa mente preparada e ilustrada ha sido despojada de todo cuanto se había labrado por una reforma laboral ignominiosa y concienzudamente elaborada. Están alegres porque no habrá ni más hoces ni más martillos, porque los soñadores no tienen tiempo para soñar, porque no habrá cazadores de sus utopías que puedan encabezar fuertes movimientos sociales. Están alegres porque la universidad, la escuela, se ha diseñado para unos pocos y se le niega a muchos. Están alegres porque el pobre, el despojado, el desahuciado... busca la limosna, la busca como buitre la carroña. Están alegres porque al pobre, al despojado, al desahuciado... lo han convertido en carroña, carroña que se resiste a ser carroña, carroña que besa arrodillada la mano que le da de comer: la mano de la santa iglesia y la inmaculada y siempre misericordiosa zarpa del político que la exhibe como única solución posible. Ejemplos tenemos, recomiendan no contratar a parados que no cobren la prestación y contratan a los mismos trabajadores que ellos despidieron por cantidades que extraña vez superarán los doscientos euros. Una limosna que invita a nuevos despidos o a la sugestiva y venerada genuflexión por parte del trabajador humillado en pública subasta obligado a trabajar siempre pujando a la baja.

Políticos, empresarios, Iglesia... se están frotando las manos, se regocijan de la miseria de otros y bailan su carnaval frente a la ingravidez de cuerpos que se aglutinan frente a sus manos. Y mientras sea su mano quien nos suministre alimento, el pobre, el obrero, el desahuciado, el despojado, en definitiva, a quien le han robado su trabajo y su dignidad, será un súbdito fiel, sumiso y veinticuatro horas dispuesto.

España se está acostumbrando a la limosna, un arma, grácil e inocente a primera vista pero capaz, por sí sola, de someter y esclavizar a las masas. Mientras haya limosna, no habrá soluciones.

La limosna lo que está consiguiendo es arrodillar a un país y mantenerlo callado. Si no fuera así, no nos conformaríamos con decir: Mejor una limosna que nada.

J.C. Atienza.


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