España vive de la
limosna. España es en sí una limosna y lo es porque es así como
quieren verla. La limosna es un dulce pastel que nos regalan para
disimular el desabrido sabor de una vida demudada: la nuestra. La
limosna de nuestros hacederos de leyes, de imposiciones y de
prohibiciones, es el regalo de una sonrisa al infausto necesitado, y
es la sonrisa del infausto necesitado agradecido.
Unos, muchos, se alegran
porque gracias a ella, a la limosna me refiero, miles de familias
tienen algo que llevarse a la boca. Otros, muchos, se alegran porque
es de envidiar la solidaridad de los españoles para con aquellos que
sufren ahora que han comprobado dónde se encuentran los que viven y
quieren vivir por encima de sus posibilidades. Pero hay otros, unos
pocos, pero bastantes, políticos, gobiernos, empresarios, Iglesia...
que también se alegran, y mucho, y se frotan las manos calculando
los múltiples beneficios que este periodo de crisis imbuida e
inoculada desde diversos despachos les está reportando.
Y están alegres, sus
manos no pasarán frío porque el pobre, el despojado, el
desahuciado... está aprendiendo a sobrevivir, a vivir con sus
carencias, a subsistir gracias a la ayuda generosa de la familia, del
amigo o del vecino. Se alegran porque ven cómo el pobre, el
despojado, el desahuciado... resuelve el problema que ellos mismos
han creado, se alegran porque el pobre, el despojado, el
desahuciado... circundado de miseria no puede estar, ni ser crítico
con el sistema porque sólo puede pensar en cómo solucionar el día
siguiente que se le presenta hostil tras una noche no menos hostil.
Están alegres porque el puño del obrero no se izará, y no lo hará
porque ya no tiene quien le dirija, porque esa mente preparada e
ilustrada ha sido despojada de todo cuanto se había labrado por una
reforma laboral ignominiosa y concienzudamente elaborada. Están
alegres porque no habrá ni más hoces ni más martillos, porque los
soñadores no tienen tiempo para soñar, porque no habrá cazadores
de sus utopías que puedan encabezar fuertes movimientos
sociales. Están alegres porque la universidad, la escuela, se ha
diseñado para unos pocos y se le niega a muchos. Están alegres
porque el pobre, el despojado, el desahuciado... busca la limosna,
la busca como buitre la carroña. Están alegres porque al pobre, al
despojado, al desahuciado... lo han convertido en carroña, carroña
que se resiste a ser carroña, carroña que besa arrodillada la mano
que le da de comer: la mano de la santa iglesia y la inmaculada y
siempre misericordiosa zarpa del político que la exhibe como única
solución posible. Ejemplos tenemos, recomiendan no contratar a
parados que no cobren la prestación y contratan a los mismos
trabajadores que ellos despidieron por cantidades que extraña vez
superarán los doscientos euros. Una limosna que invita a nuevos
despidos o a la sugestiva y venerada genuflexión por parte del
trabajador humillado en pública subasta obligado a trabajar siempre
pujando a la baja.
Políticos, empresarios,
Iglesia... se están frotando las manos, se regocijan de la miseria
de otros y bailan su carnaval frente a la ingravidez de cuerpos que
se aglutinan frente a sus manos. Y mientras sea su mano quien nos
suministre alimento, el pobre, el obrero, el desahuciado, el
despojado, en definitiva, a quien le han robado su trabajo y su
dignidad, será un súbdito fiel, sumiso y veinticuatro horas
dispuesto.
España se está acostumbrando a la limosna, un arma, grácil e inocente a primera vista pero capaz, por sí sola, de someter y esclavizar a las masas. Mientras haya limosna, no habrá soluciones.
La limosna lo que está
consiguiendo es arrodillar a un país y mantenerlo callado. Si no
fuera así, no nos conformaríamos con decir: Mejor una limosna que
nada.
J.C. Atienza.
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