Volver a las rutinas solo es
cuestión de un instante, pero adaptarse a ellas son otras consideraciones que
no son menester explicar. Pero, entre las muchas circunstancias que circundan y
son esencia de nuestra vida rutinaria e incluso ornamento o condimento, se
encuentra una, pretérita, que los avances tecnológicos no han conseguido
derrocar. Estoy hablando de la radio.

Sin entrar a valorar mi
entendimiento sobre la radio, mis años han sido testigos de los cambios que los
tiempos han ido produciendo en estos programas y, si todavía hoy, sigue siendo
la palabra la más excelsa virtud del ser humano, desnuda y sincera, sin mayor
artificio que el natural timbre del hablante, bien es cierto que, en
especial los programas más madrugadores, se han vuelto una prueba de
resistencia para el oyente.
Y digo esto, no por capricho,
sino que hoy, me causan una indeterminada confusión, posiblemente indeliberada,
al no saber muy bien, si dichos espacios radiofónicos son programas
informativos-divulgativos con intermedios para la publicidad o programas
publicitarios con cuñas informativas.
Suerte que hoy disfrutamos de
mayor libertad de elección. En mi caso, me he reencontrado con la prensa escrita
y los diarios digitales y, mientras, si las circunstancias así lo determinan y
mi paciencia está en plenas facultades, dejo que esa voz, propiedad de una de
las estrellas de la radio, acompañe mis lecturas.
© El embegido dezidor.
Septiembre 2019.