domingo, 21 de enero de 2018

LA MALA EDUCACIÓN. III

«Libros de texto culpables del déficit de comprensión lectora».

           
Es curioso que en estos días que ando enfrascado en cuestiones de educación, leo un comentario que culpa del fracaso escolar, con formas que extralimitan lo contundente, a lo embarullados que resultan los libros de texto. Libros difíciles de entender e incluso imposibles para los pequeños escolares, según palabras de la escribiente.
            
Confieso que es la primera vez que leo algo así, pero ya estaba faltando tiempo para que se acusara también a los libros del fracaso escolar. —Cuando veas las barbas del vecino cortar pon las tuyas a remojar— dirán los diccionarios. Visto lo visto, tratándose de educación, no hay salvación posible. Llegará el caso, en el que, conducidos por una delirante soberbia, tengamos que oír que los culpables de la deficiente letra de los más pequeños son los bolígrafos y lapiceros, que no se adaptan a las nuevos hábitos y costumbres y mucho menos a los nuevos tiempos.

Terminada de leer la corta arenga en la red, me asaltó una duda. Sus palabras no especificaban si se estaba refiriendo a los libros de texto de una editorial en concreto o a todos los libros de texto independientemente de la editorial. Tampoco señala si esta falta de comprensión se produce en todos los textos de las demás asignaturas. De ser así el problema adquiere un matiz muy personal.
            
Es posible que los libros no sean completamente inocentes, pero la falta de comprensión de los menores no es debido a la complejidad o no de los textos, sino de la falta de uso y entendimiento del vocabulario y de la lengua en general. Los textos están adaptados a un nivel «medio» de los alumnos y para facilitar esa comprensión está, por un lado, el maestro haciendo que el texto sea fácilmente asimilable y, por otro lado, la familia alimentando a sus hijos en sus momentos de ocio con buenas dosis de palabras, de buenas palabras, que podemos encontrar en cualquier biblioteca, incluida la de su aula, librería o gran superficie.       

Discursos como éste, desgraciadamente encuentran coro en las redes. Tal vez, como ocurre en muchas ocasiones, y como ya he escrito en alguna ocasión, sea sólo la rabieta que emana de la impotencia, y ampararse en el tumulto es una perfecta cortina para disimular responsabilidades o justificar irresponsabilidades.
            
Para aquellos que ya tenemos unos años en nuestras espaldas y hemos estudiado en la escuela, cuando de escuela era poco más que el nombre, y hemos visto sus progresos y también su involución, hemos comprobado cómo, desde aquella E.G.B, los libros de texto bajaron el nivel de conocimientos, cómo se han ido adaptando a unos intereses cada vez más diversos y dispersos y, sin embargo, se ha seguido y se sigue, si cabe aún con mayor intensidad, hablando de fracaso escolar.
            
Empecemos por tanto a actuar, y empecemos desde la familia.  Así sabremos con exactitud dónde se encuentra el fallo o el error sin escurrir responsabilidades.

Este puede ser un buen principio que sin ser norma general, guarda relación:
Abuso de juegos electrónicos, juegos y películas inadaptados, televisiones fuera de horario = sobreestimulación = déficit de atención = falta de concentración = falta de comprensión.
            
Y como soy persona llena de dudas, me pregunto, o le preguntaría a esa madre, si sus retoños han encontrado alguna dificultad para comprender todos esos juegos y aparatos electrónicos que manejan.


© El embegido dezidor.

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