sábado, 7 de octubre de 2017

Sobre Cataluña y otras naderías. ALIMENTANDO PERROS CON LONGANIZA.

Hablar de Cataluña es adentrarse en un campo de batalla en el que el solar ya está arrasado y sobre el que coletean aguerridos forjadores de la propaganda y del sentimentalismo en una vana disputa por imponer el dominio de su verdad.

Escuché atentamente los discursos. No estaba jugando al cinquillo aunque bien podría haberlo hecho, pero la actualidad mandaba, y aunque me separan unos cientos de kilómetros del foco del problema, me gusta estar al día a pesar de que una y otra vez se desautoricen mis palabras bajo el epígrafe de estar manipulado.

Pírrico esfuerzo de quienes ahítos en su propio desierto neuronal no encuentran forma alguna de mantener un diálogo educado y respetuoso. Campan por las redes a sus anchas, con su lúbrico sayal de la impunidad, poroso de fragmentos escogidos de historia tejidos en los lupanares de la instrucción y el adoctrinamiento, dominados y ciegos por el poder que emana de las banderas, los nuevos pastores en busca de nuevos rebaños para su propia perpetuación en el tiempo incluso en la eternidad.

Poco o nada podemos esperar, aquellos que formamos parte del pueblo, los que realmente somos pueblo, ahora tan queridos e importantes y siempre los más vilipendiados cuando de mantener a la élites en sus caudalosos ingresos se trata, de quienes practicaron recortes sangrantes que de forma tan dolosa han fustigado a una población; los mismos que recortaron derechos; los mismos que lanzaron sus policías contra la misma población sobre la que ahora buscan respaldo cuando ejercieron su derecho democrático a manifestarse contra aquellas injusticias, descarada injuria labrada en sus despachos; los mismos que nos mermaron la asistencia sanitaria; los mismos que contribuyeron a rebajarnos nuestro poder adquisitivo; los mismos que nos redujeron a meros y simples esclavos de la mano que nos da de comer; los mismos que se han esforzado por mantener la perpetuación de las élites, (el siguiente paso será hacerlo hereditario por decreto); ellos, los que ya han quedado nombrados y señalados en estas líneas, son esos mismos los que ahora apelan a un pueblo, que una vez más ha demostrado ser muy generoso y muy olvidadizo que se pliega a los designios de un dedo inquisidor. Son esas mismas élites las que no titubearon y no dudarán en arrimarse a la mano e incluso al servicio de quien les dé más poder. Y son esas mismas élites las que se alimentan de la confrontación y el odio de la ya por siempre sufridora población sabedoras que ahí reside su poder.

Me preocupa la brecha que se está fraguando entre esa misma población que sufre los desmanes de una clase política carente de escrúpulos, que hará de nuestra convivencia, la de los pueblos de este Estado, mucho más difícil, si no imposible. Lástima de esta ceguera que les servimos tan amablemente en sus bandejas de plata.

Y es que seguimos alimentando perros con longaniza.


© El embegido dezidor.  

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