viernes, 26 de junio de 2015

Escuela pública. Sobre deserciones y desertores. I parte.



A nuestra dolida escuela pública le duelen los abandonos, especialmente aquellos que provienen de su seno, de aquellos a quienes la escuela alimenta cada mes, pero que, como amantes traidores, la besan mientras ponen su sexo en cuerpo ajeno, es decir, en escuela ajena.
            
Nadie nos va a negar que la escuela pública esté herida, y sus heridas nos duelen, nos duelen a aquellos que las sentimos, a aquellos que cada día erizan su nervadura para que todavía resista. Ellos, maestras y maestros, son, somos, los primeros en lamentarlo y en entristecernos. 




Ya no basta nuestro esfuerzo, nuestra dedicación, nuestra ilusión, nada de esto es suficiente para poder luchar contra las deserciones y los desertores, una terrible verdad que desgarra sus intestinos (los de la escuela pública) y que aparece, cada final de curso, como una enfermedad congénita instalada en sus entrañas que la va devorando con la cómplice caricia del brazo inquisidor de la administración.
           
 Y esto no parece tener solución porque la cura pasa por una conciencia renovada, y eso además de difícil, choca con un férreo muro construido sobre creencias populares, popularmente aceptadas, que en la mayoría de los casos son únicamente manifestaciones de fe; y es de todos sabido, que la fe no se sustenta en la razón, y donde no hay razón no se puede buscar solución. Y he aquí la semilla endiablada o enferma de la que también se han contagiado profesionales de la educación que maman, ya como parásitos, de la escuela pública.
             
Profesionales que se han olvidado, consciente e incluso alevosamente de ese principio fundamental de la buena pedagogía que es el ejemplo. Profesionales que se han convertido en mercenarios sin el más reparo moral, y no precisamente bien pagados, de la mano que dicta su desahucio y el de la escuela pública. Profesionales desertores que irán al mismo lugar donde vaya la escuela pública. ¿Caerán en la cuenta?
            
 Deserciones y desertores van poco a poco cercenando la esperanza de un futuro más prometedor para la pública y para los que todavía confiamos en ella porque, ¿no es deserción trabajar en y para la escuela pública y dejar la responsabilidad de la educación de los hijos en las manos clientelistas de la escuela privada-concertada?

J.C Atienza.

Foto obtenida de:  http://fotos.lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas/macroeconomia/aulas-vacias-vineta-j-r-mora_yrJvOTld7G6soGatPY0Ek6/




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