viernes, 17 de febrero de 2012

Voluntarios o servicio social obligatorio.

No cabe duda que el PP quiere finiquitar, vadear o evitar esta crisis que de seguir por los actuales derroteros, si nadie lo remedia, provocará una mano de obra exangüe, una clase social exprimida sin jugo sanguíneo para siquiera levantar la cabeza. El lenitivo para esta clase social exprimida y deprimida será, como está sucediendo, poner en su futuro centenares de kilómetros siempre al norte.

Su interés no está centrado en ahorrar costes en desplazamientos a quienes huyen buscando la solución a su crisis. Su imaginación se les ha disparado, de esto no hay duda, y mucho me temo que tanto derroche – en la misma línea que muchos de sus ayuntamientos – les pueda pasar factura en breve tiempo como parece ser que está ocurriendo en sus cabezas poco fecundas de grandes ideas.

Algunos de estos políticos, obnubilados por la búsqueda de un trono dentro de su partido político, que los conduzca al pabellón de la soberana deidad por haber encontrado la solución a la crisis mucho antes que sus compañeros de partido, o por hacer historia, no han encontrado mejor ocupación que jugar a enredarse en una espiral de procaz exaltación del disparate para conseguir su entronización. Esta es la meta: el dislate como una solución real y lo peor, virtualmente efectiva.

En estos eslabones nos encontramos entre otros a la actual alcaldesa de Madrid con su reciente discurso patético-político apelando a todos los ciudadanos de Madrid, que por esta ciudad y por España se ofrezcan voluntarios para cubrir todos aquellos puestos de los que la administración no pueda hacerse cargo. Con esta exaltación de sentimientos patrios intenta florecer el orgullo en jóvenes y mayores, principalmente del pijerío del lagarto y de algún que otro acólito cuyo voto popular fue más una venganza por una mala noche que el abuso de vodka le robó al descanso que de un convencimiento ideológico. Precisamente estos serán los primeros en negar su voluntariedad por ser de los pocos que mantienen su trabajo.

Pero no vamos a ser siempre pesimistas, al mal tiempo buena cara. Nuestra ilustre alcaldesa nos abre un camino cuya luz es nuestra esperanza – siempre con minúsculas –. Su plan de voluntariado habrá puesto la primera piedra para que todos los puestos de las administraciones públicas, hoy propiedad de funcionarios y de algún que otro despistado designado a dedo, sean cubiertos por un cuerpo de voluntarios. De este modo, habremos creado, a imagen y semejanza del servicio militar obligatorio, hoy felizmente superado, un servicio social obligatorio. Llegados a este extremo, será entonces cuando estaremos más cerca de exigir que el cargo de alcalde/sa, concejales, consejeros y demás prole política, sean cubiertos también por voluntarios.

Y aquí mi duda: ¿Serán capaces de ser consecuentes con sus propias ideas y actuar en consecuencia haciendo pedagogía con el ejemplo? ¿Será doña Ana Botella, posiblemente las más patriota entre las patriotas españolas en ejercitar su cargo voluntariamente?




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