lunes, 1 de agosto de 2011

¿Hablamos de educación?

Se está jugando con el futuro de las educadoras y de las escuelas infantiles municipales como en un tablero de ajedrez, y sabemos cómo terminan las partidas, siempre en jaque, con la muerte como juez que certifica la victoria. Se pone en entredicho, prescindiendo de sus salarios, confabulando a escondidas con futuros entreverados de nuevos bautizos, la labor e importancia de las educadoras. Y no son las familias de quienes haya partido esta idea, no son las familias las que atacan a las escuelas, a la empresa, al Ayuntamiento, más bien todo lo contrario, pero ya sabemos que no hay más sordo que el que no quiere oír, y para dar la luz a intereses, por lo que se ve soterrados, es obligación no escuchar, ni siquiera oír y visto el artículo aparecido en “el mundo”... ni siquiera ver.
¿Y dónde está el seno que tiene que amamantar a estas escuelas, a sus profesionales? A hurtadillas, de reunión en reunión, como en la clandestinidad, tratando de ocultar y mantener oculto todo el misterio que más huele a excremento y no precisamente canino. ¿Tendremos que oír la soflama del mediocre recurso, siempree utilizado cuando la inoperancia circunda los pocos espacios donde el aire es respirable, que alude a un excesivo salario por parte de las profesionales, no justificado por el trabajo que realizan, “por estar todo el día jugando con los pequeños”?
No sería de extrañar que pudiera ser un inexorable argumento para defenestrar todo el conglomerado educativo de las escuelas infantiles por la todo poderosa Concejalía de Educación de este Ayuntamiento de Navalcarnero.

Pero si de algo puedo estar seguro, y no hace falta ser muy perspicaz, se está negociando con las escuelas que se han convertido en objetos de trueque, en moneda desvalorizada e incluso despreciada.
Al Ayuntamiento le urge, hay que desprenderse de las escuelas porque cuestan dinero y porque al fin y al cabo a quién le importa la educación. La Educación, esa preocupación utópica e irrelevante, es cosa de trasnochados, de rémoras perdidos bajo el enfermo comportamiento hippie, de algún que otro romántico de revoluciones culturales que consume su utopía bañado en vino en alguna plaza haciendo de la horizontal su modo de vida. Sólo faltaría añadir que seguramente esta pequeña revolución está gestada por madres y padres que otrora fueron a escuelas públicas y son la molesta consecuencia de ellas.
Pero es sólo negocio. Y se negocia. Reuniones y más reuniones, entre semana, en fines de semana... y ¿sólo para decidir qué salario será el del personal de las escuelas? Parece ilógico, increíble... Lo que se esconde es qué escuelas seguirán formando parte de la red municipal y cuales serán entregadas, vilipendiadas, humilladas a la vorágine de empresas privadas, tal vez, alguna muy relacionada con la limpieza. Cuáles dejarán de ser escuelas infantiles, para de nuevo, dar veinte pasos atrás y volver a las guarderías, a espacios múltiples que pueden y serán dedicados (porque el dinero todo lo justifica) a actividades que nada tengan que ver con el cuidado de los pequeños, actividades extraescolares, zonas de recreo, incluso celebración de cumpleaños...
Y entre tanta reunión ¿hablamos de educación?
–Ni hablar. La subastamos.

El embegido dezidor.

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